jueves, 10 de noviembre de 2011

UNA AGRESIÓN A LOS JORNALEROS ANDALUCES


Las palabras de Duran i Lleida sobre los jornaleros andaluces –que como los aceituneros de Jaén son jornaleros altivos, según dejó cantado nuestro Miguel Hernández-- han provocado un alboroto de padre y muy señor mío. Este dirigente, considerado como un político de brillantina, tiene arrebatos que recuerdan la caspa cañí que existe todavía en Cataluña. Permítaseme un recuerdo emocionado: Josep Solé i Barberà, dirigente del PSUC y reputadísimo abogado así en las Magistraturas de Trabajo como en el Tribunal de Orden Público, acostumbraba a decir: “Estoy siempre al lado de un jornalero de Huelva y no con un empresario catalán”. Una rotunda afirmación de quien estuvo en tiempos difíciles (Juez en la República, condenado a muerte, trasterrado a Valdepeñas y detenido posteriormente en varias ocasiones) al lado de los de abajo.


Las palabras de Duran son esencialmente una tempestad de polución dirigida a los sectores mesocráticos catalanes para que no se sumen, ni siquiera anímicamente, a la indignación contra los durísimos recortes sociales que el Gobierno de la Generalitat ha puesto en marcha de un tiempo a esta parte. Son unas declaraciones que se podrían haber hecho en un clima no electoral ya que el objetivo central es conseguir la sumisión de la mesocracia catalana a los recortes. Pero que, en esta coyuntura política, adquieren toda la relevancia electoral. Lo que indicaría que el monopolio de la zafiedad tabernaria no es monopolio ya del Partido Popular: la caspa se disfraza de brillantina para no infundir excesivas sospechas. Por lo demás, la aparente brillantina demócrata-cristiana dirige su eructos a los sujetos menos protegidos de la sociedad al tiempo que recita todo un florilegio a los grandes empresarios de no importa qué rincón del mundo. Precisamente a los mismos que Theodor Roosvelt, presidente de los Estados Unidos (1901 – 1908) calificó de “malhechores de la gran riqueza”.


Las palabras de Duran son, efectivamente, merecedoras de la más inmisericorde condena, ciertamente. Pero el problema de fondo es el tránsito desparpajado de estos cristiano-demócratas hacia la doxa neoliberal. Ahí está el detalle. De ahí que las respuestas que deben darse a este caballero no han de estar en clave identitaria, es lo que espera para seguir rearmando a su clientela mesocrática: la respuesta ha de ser política e ideológica. Me excuso, pues, por la obviedad: no son los catalanes los responsables de esa bilis; es ese politicastro que descubre, montado en blanco potro, el camino redentor del neoliberalismo.