domingo, 31 de julio de 2011

EL "YOISMO" EN LA POLÍTICA


Estoy seguro que a nadie le ha pasado desapercibido esa manera de hablar --¿podríamos calificarla de yoísmo?— que se ha apoderado del lenguaje de la política. Por ejemplo, Rubalcaba: 'En este momento, el líder del PSOE soy yo'. [Cosa curiosa, por otra parte, pues hasta donde dicen los últimos acuerdos congresuales el primer dirigente de dicho partido es JLRZ. Así pues, entiendo como estrafalaria la tosca distinción que se hizo en su día entre el secretario general y el llamado líder social]. Es el yoísmo.


Este yoísmo ha impregnado de tal manera la política (incluída la real o sedicente de izquierdas) en un tópico que usa a destajo cualquier dirigente, con mucho, poco o regular mando en plaza, a la primera ocasión que salta. Una fatuidad que recuerda el tipo de celebración de los goles en los partidos de fútbol: cuando marca Fulano o Zutano salen disparados, casi enloquecidos, y aspavientosamente gesticulan diciendo: yo, yo he sido, he sido yo. Los demás aparecen como gregarios o, más bien, fámulos de quien ha hecho el gol, aunque se lo hayan dado en bandeja.


El yoísmo político es la autoexaltación personal relativamente reciente, esto es, al margen de los valores y la sintaxis republicanos. Ni siquiera 
Miterrand, que nació deleberadamente en Jamac pudiendo haberlo hecho en París, hablaba de esa manera. De esa guisa el yoísmo estructura conscientemente la distancia entre el personaje de marras y el resto de su organización. Pero, como cada quisqui (o quisque) imita a su señor, el yoísmo ha acabado articulando un léxico de arriba hacia abajo. Un lenguaje que está referido al estilo de gobernar (dirigir parece ser otra cosa) el patio de vecindones de cada partido o partida, de cada hermandad o cofradía de la política. Es, además, la traslación de lo que se conoció antaño como alcaldada y que hogaño conserva no pocas de sus esencias.

Vale la pena, en ese sentido, leer lo que uno de los padres nobles de la izquierda europea, el maestro 
Vittorio Foa escribió al respecto en su libro, escrito con noventa y tantos años: Las palabras de la política, que figura en ese link para cuando lo crea menester.


jueves, 28 de julio de 2011

EL CRIMEN FUE EN GRANADA


26 de Julio de 2011 (Trasladado de Metiendo bulla)


El crimen fue en Granada, ¡en su Granada!, dijo don Antonio Machado en aquel verso famoso al enterarse del asesinato de García Lorca por un pelotón fascista. El crimen fue en Granada: cerca de cuatro mil personas fueron fusiladas por pelotones del ejército de Franco ante la tapia del Cementerio. Hace setenta y cinco años. Y, de nuevo, quince lustros después, el crimen fue en Granada: el equipo de gobierno del Ayuntamiento de la ciudad de don Mateo Lisón-Biedma Mariana Pineda, de Ramón Lamoneda y Federico ordena fascistizadamente quitar la placa de la tapia del Cementario que recuerda la masacre. Empero, mantiene un monolito que, en pleno centro de la ciudad, se alza: el del señorito José Antonio. Desgraciada la rama de hoy que ha salido de ese tronco de ayer: los fascistas de hogaño, descendientes de la camada del tétrico capitán Nestares. Por supuesto, se trata de intentar borrar la memoria. Pero, sabiendo que es imposible, los nietos lo que en el fondo nos están diciendo es: estos son nuestros poderes.


El crimen ha vuelto a ser en Granada a pocos días de la masacre en Noruega. [Sépase lo que nos dice 
Luis Recuenco, profesor de la Universidad Pompeu Fabra al respecto: “Eirik Vold, periodista noruego castellano parlante, me envía un mensaje para avisarme del alcance político del atentado noruego. Me cuenta que los jóvenes laboristas masacrados en la isla de Utoeya habían celebrado el pasado 18 de julio un acto de recuerdo de la guerra civil española, rindiendo homenaje a cuatro brigadistas internacionales noruegos”]. Dos crímenes, pues, el de Granada, a través del bastón de mando; el noruego, igual que las metralletas de los masivos asesinatos granadinos. Los dos con la aproximada intención de apropiarse del presente y administrar el futuro a golpe de látigo. Aclaro, no es principalmente la rabia que siento, como granadino y ciudadano del mundo, lo que me lleva a hablar de esta manera: es la cabeza que serenamente está en su lugar.


Este crimen del bastón de mando no es un asunto granadino. Es de todo el mundo. Todos debemos reaccionar enviando a ese infame equipo de ediles nuestra masiva, enérgica protesta. No hay tintas medias en este asunto. Las víctimas de ayer necesitan una reparación. Me imagino la amargura de don
Gabriel Fernández Valladares, un octogenario que tenía seis años cuando fusilaron a su padre, el concejal socialista Juan Fernández Rosillo, asesinado el 7 de agosto de 1936. "Llevo 75 años esperando que se dignifique el lugar y ni siquiera permiten una placa en memoria de los que asesinaron”. Un anciano que reclama –una propuesta que debemos apoyar todos-- que el próximo 2 de agosto, el Gobierno andaluz declare por fin la tapia del cementerio como lugar de memoria histórica. El presidente Griñán debe responder con urgencia. Que lo haga dependerá de su voluntad política, de su sentido del humanismo… y de la presión sostenida de todas las personas que se sientan concernidas.


domingo, 24 de julio de 2011

BRUNO TRENTIN, NUESTRO AMIGO

por Riccardo Terzi

Hace menos de dos años estuve con Bruno Trentin en Barcelona. Se presentaba una antología de sus escritos en lengua catalana con un ensayo lúcido y apasionado de José Luis López Bulla, un antiguo dirigente de Comisiones Obreras. Es el último recuerdo que tengo de Trentin; el episodio me parece indicativo porque pude comprobar directamente el prestigio y la consideración que él tenía en el plano internacional, siendo un punto de referencia muy importante no sólo para el movimiento sindical sino para toda la cultura de la izquierda europea (1).

Quizás no nos hayamos dado suficiente cuenta, atrapados en nuestras pequeñas disputas provincianas, del gran patrimonio que ha representado en la historia del sindicalismo italiano –de la Cgil en primer lugar— y de la extraordinaria influencia que dicha historia ha tenido en la arena internacional. Esta fuerza de atracción viene del hecho que el sindicalismo italiano se ha desarrollado en una dimensión no corporativa, con una potente ambición política y de proyecto, sabiendo generar –en esa perspectiva— un grupo dirigente, único en el panorama mundial, por sus excepcionales cualidades intelectuales y culturales. Con este perfil, Trentin es la figura más emblemática porque en él se funden, en una relación muy convincente, la calidad del intelectual y la del dirigente sindical, del hombre de pensamiento y del hombre de acción. Una síntesis que ya no es frecuente y que está convirtiéndose en una rara mercancía en este mundo poblado de teóricos abstractos y pragmáticos sin pensamiento, para los que pensar y actuar son dos facultades que tienen una relación de oposición. Sin embargo, esta ruptura es el drama de nuestro tiempo: por un lado, un saber que sólo es académico; por otra parte, el cinismo de un poder como fin en si mismo.

Trentin no se resignó a esta separación sino que siempre intentó, con un tenaz puntillismo, poner en comunicación estos dos mundos –el hacer y el pensar— impidiendo la escisión que produce, al mismo tiempo, la esterilidad del pensamiento y la irrelevancia de la acción. Pero este trabajo de unificación, incluso por la fuerza material de los procesos reales que empujan en otra dirección, es extremadamente fatigoso, contradictorio y debe reemprenderse constantemente, uniendo los trozos de una realidad cada vez más disgregada.

Recuerdo que Trentin denunció muchas veces, en la misma praxis sindical de la Cgil, una desviación entre el decir y el hacer, entre las posiciones de principio declaradas y la gestión concreta de las políticas contractuales, que acababa con frecuencia por guiarse sólo por las conveniencias de algunos segmentos del mundo del trabajo o por un cálculo contingente de las relaciones de fuerza. Pienso, por ejemplo, en los convenios que fijan una doble escala contractual más ventajosa para los trabajadores con más antigüedad y menos favorable para los futuros, rompiéndose la solidaridad de clase y donde sólo existe la defensa corporativa de los intereses más protegidos y tutelados. (Y continúa en
http://theparapanda.blogspot.com/2007/10/bruno-trentin-visto-por-riccardo-terzi.html



Roma, 8 de Octubre de 2010

viernes, 1 de julio de 2011

LA BARCELONA "AZUL" EN LA CATALUNYA FRANQUISTA


Javier Tébar Hurtado
Barcelona anys blaus. El governador Correa Veglison: poder i política franquistes (1940-1945). Flor del Vent. Barcelona, 2011. 444 pp. PVP 24 €.


La historia de una vida se nos puede presentar en sí misma como inagotable. Planteada como aproximación, requiere ir más allá de la idea que su protagonista tiene y nos ofrece de sí mismo. Incluso, de las versiones ofrecidas por los testimonios de sus coetáneos. Pero ello no significa menospreciar estos materiales que necesariamente deben pasar por el cedazo del análisis metódico y la crítica de las fuentes propias del historiador, con el propósito de conferirles un significado y ofreciéndose una explicación”. Javier Tébar propone esa explicación a partir de la indagación biográfica de un militar y político, el gobernador de Barcelona, Antonio Correa Veglison. Podría pensarse, como advierte al lector el propio Tébar, que aquellas dos condiciones, militar y político, son propias de la clásica biografía de la persona importante –por supuesto, hombre- cuyas acciones son decisivas en la Historia. La lectura, desde buen principio, ya nos indica que nada está más lejos de este juicio apresurado que uno puede sospechar inicialmente.


En esta ocasión, estamos ante una biografía “atípica”, si se quiere decir así; o, en todo caso, y para ser más rigurosos, estamos ante un ensayo del modelo de biografía “contextualizada” propuesto en el campo del género biográfico por nuestra historiografía. En realidad, es lo contrario de la típica propuesta de “Fulanito y su época”, en todo caso, podría decirse que se alteran los factores y también el resultado, al plantear dar cuenta de la “La época” como primer valor y de “Fulanito” como hilo conductor útil para ofrecer el fresco social de una época. No es en cualquier caso, la exposición de una trayectoria vital y lineal entre la “cuna y la tumba”. Según el autor, en esta ocasión “(…) la vida del personaje –o como mínimo una parte de esta- se presenta como metáfora y el tema son las forma de poder con las cuales se implantaría la dictadura del general Franco en la sociedad española. O dicho de otra forma, el personaje es la expresión personificada de estas formas de poder. Este es el problema central que acota y unifica el desorden que, en principio, nos ofrece un espacio y un tiempo, la Barcelona de los años azules”.


Aquellos son los años durante los cuales la dictadura nacía de la Guerra Civil española todavía no estaba consolidada, experimentaba tensiones internas; sus autoridades apostaban pronto por el “Nuevo Orden” encarnado por el nazismo en Alemania y por el fascismo en Italia; y, finalmente, gravitaban sobre el futuro del “Nuevo Régimen” las incertidumbres y el desenlace de una guerra europea que pronto tendría una dimensión mundial.


Todo ello, hace que este sea un estudio del Régimen enfocado hacia arriba, hacia el poder político y económico, pero que no deja de lado las actitudes y las acciones de los de abajo. Por el contrario, las tiene bien presentes, por ejemplo, cuando analiza las brutales condiciones de vida en que se encuentra una parte importantísima de la población barcelonesa. Al mismo tiempo, muestra los mecanismos de corrupción económica imperantes en aquellos años, con ramificaciones extensas, formando el nudo donde se entrelazan los poderes políticos y los poderes sociales; pero también sus dinámicas y contradicciones. La Barcelona dels anys blaus es también, y principalmente, el escenario urbano de los comportamientos individuales recriminables y de la embrutecedora atmósfera moral de la Dictadura, donde se expresaron las retóricas políticas de las personas que ejercieron el poder; de manera principal las del gobernador Antonio Correa Veglison que hizo uso del “populismo” y obtuvo “popularidad” –que no es lo mismo que “legitimidad”- entre ciertos sectores de la población, especialmente entre los adeptos al régimen, con el objetivo de imponer una determinada idea sobre España y sobre Cataluña.


Como es natural, el libro aborda las relaciones entre el falangismo y el resto de los aparatos de la dictadura, los vínculos entre Correa y la llamada elites barcelonesa –especialmente la que bordó en rojo ayer-- particularmente en todo lo relativo al sector de los negocios. Historia pura que viene acompañada por una panorámica antropológica que puede abrir nuevas investigaciones sobre aquellos años de hierro.


Así pues, todo indica que este nuevo libro representa ya la consolidación de la madurez de Javier Tébar. Que, desde hace ya un tiempo, se ha convertido en un clásico de la historiografía de nuestros tiempos. Ahora lo que conviene es que el editor entienda que es necesaria una versión de dicho libro en lengua castellana. Para los estudiosos en la materia es imprescindible y para el editor, todo hay que decirlo, se trataría de un buen negocio.


Oigan la opinión (siempre docta) de Lluis Permanyer sobre esta investigación que estamos comentando: 
http://www.elpais.com/audios/cultura/Passeig/per/Barcelona/amb/Lluis/Permanyer/dimarts/21/juny/elpaud/20110621csrcsrcul_29/Aes/