sábado, 14 de mayo de 2011

¿CUÁNTOS ERAN LOS MANIFESTANTES?

La manifestación barcelonesa de hoy contra los recortes sociales ha sido importante. Lo ha sido por el amplio abanico de fuerzas sociales coaligadas; por la valentía de plantear el desarrollo de la movilización que ha dado autonomía al conflicto social, al margen de los procesos electorales en curso; también por la alta participación de personal que ha concitado. ¿Éramos cuarenta y cinco mil como afirma el diario El País o la manifestación congregó a más personal? No lo sé. Pero lo que pude observar indica que mucha, mucha, mucha gente acudió a la convocatoria. Yo lo vi. Es más, soy del parecer que había unas cuantas decenas de miles más.


Y sin embargo hay medios oficiales –quiero decir, los responsables de algunos medios policiales (en este caso, de la Guardia municipal y de los Mossos d´Esquadra-- que tozudamente siempre fueron aficionados, también, a sus propios recortes a la hora de informar. Es un vicio que viene de tiempos inmemoriales, cuyo interés es minimalizar la presencia del conflicto en la calle. Entendámonos, de una calle que parece ser concebida como monopolio de tales medios oficiales. En mi opinión, ahí radica la intencionada cicatería. Más todavía, en esa interpretación hay un humus muy concreto: el conflicto en la calle es visto por esos medios oficiales como una anomalía; la calle es normal sólo y solamente cuando vamos cuatro y el cabo paseando. Ni qué decir tiene que eso conlleva un buen almacén de autoritarismo.


He dicho que esos comportamientos vienen de antaño. En mi época combatíamos esa cicatería exagerando conscientemente las cifras de los manifestantes. Y, a veces, nuestra desmesura era directamente proporcional a la cicatería autoritaria de los medios oficiales. De ese modo contribuimos a un método que: 1) escondía la real correlación de fuerzas, y 2) engañaba a nuestros parciales. Insisto, esa polución viene de mis tiempos; es, por lo tanto, un álgebra viciada que hemos dejado como herencia.


Cuando una organización –o un conjunto de ellas-- distorsiona las cifras debe tener en cuenta que al final hasta el mismo grupo dirigente acaba creyéndolas. Ello le indispone a tener un juicio cabal de cómo está el estado de ánimo general, qué elementos conviene corregir, qué mejorar en lo sucesivo. En resumidas cuentas, es un mal asunto que, además, contribuye a recrear espejismos.


Así pues, quien haya hablado de doscientas cincuenta mil no sabe lo que se trae entre manos. Una manifestación como la de de hoy en Barcelona no necesita exageraciones. Ha sido muy importante. Y eso lo saben precisamente sus adversarios.


Radio Parapanda
CHINA HOY - Estudio sobre relaciones laborales en China realizado por la Universidad del Pueblo de Pekín



Postdata. Ayer quedamos en dos cosas: una, la manifestación barcelonesa contra los recortes sociales fue, cuantitativamente, muy importante; otra, a partir de todos los datos (los reales y los inmateriales) la amplia coalición de sindicatos y asociaciones convocantes puede estar en buenas condiciones para seguir la presión.


También dijimos que en el proceso anterior se han dado una serie de elementos que convendría retener. De un lado, el diálogo que –en algunos casos por primera vez-- se ha dado entre unos y otros sujetos sociales; de otro lado, la capacidad de síntesis unitaria entre todo ese entramado societario. Digamos que, utilizando las categorías gramscianas, el carácter orgánico de esa acción colectiva ha sido expresamente la defensa de lo público, compartido ampliamente por las organizaciones protagonistas de la convocatoria. Un desafío que convendrá mantener y ampliar, porque pintan bastos, según todos los indicios, tras las próximas elecciones autonómicas y municipales.


En ese orden de cosas, parece que conviene que nadie se líe la manta a la cabeza. Esto es, que no se desvirtúe tal carácter orgánico: la defensa de lo público, expresada de manera unitaria. Y como se dice a menudo en Parapanda, la unidad se hace mientras que la división se justifica o teoriza. Lo que comportaría, de un lado, que las organizaciones mayoritarias no se excedan en unas formas de actuar que podrían justificar descuelgues y, de otro lado, que los grupos no tan mayoritarios entiendan que su papel, --sin ser subalterno, ni cola de león— no puede ser cabeza de ratón. Hablando en plata: la unidad, como agregación, es la condición, al menos necesaria –ya veremos si es suficiente— para abordar la ingente, compleja y necesaria batalla por lo público. Cosa que se complicará evidentemente en el terreno político dentro de una semana.


Los movimientos sociales están a la altura. Falta saber, ahora, en qué estado de ánimo se encontrará la izquierda mayoritaria después de sonar los claros clarines de los resultados electorales. Si no se dan por enterados, seguirán incapacitados para dar un giro copernicano; si entran en una fase de espíritu chuchurrío, sucederá tres cuartos de lo mismo. Si no se propicia, por difícil que es efectivamente, el inicio de un largo recorrido de situaciones unitarias, la defensa de lo público tendrá un evidente déficit de representación política. Quede claro, hablo de empezar, iniciar, situarse en la primera página del libro.


Repito, los movimientos sociales están a la altura. Y lo estarán, todavía más, si son capaces de transformar esta alianza coyuntural en algo permanente. Por ejemplo, en la elaboración de un pacto cívico de defensa y promoción del Estado de bienestar.