miércoles, 23 de marzo de 2011

ESA CASTA PENDENCIERA DE LOS EXPERTOS

1-- Tony Judt, en su libro póstumo que recomendábamos el otro día, El refugio de la memoria, parece revocar a esa casta pendenciera: aclaro, de muchos, no todos los expertos. Para ello, el recientemente fallecido historiador, nos trae a colación un libro que en su época tuvo gran trascendencia, El pensamiento cautivo de Czesław Miłosz, hoy descatalogado para desgracia general. Judt, por ello, nos recuerda la figura del ketman. Milosz explica, "¿Qué es un ketman? Encontré la descripción en un libro de Gobineau titulado Religiones y Filosofías de Asia Central. La gente del Medio Oriente Musulmán cree que aquel que posee una verdad no debe exponerla, ni exponerse, a la ceguera y la terquedad de aquellos a los cuales Dios ha decidido mantener en cautividad. Uno debe guardar silencio sobre todo cuando se trata de convicciones propias. Sin embargo, en determinadas situaciones, el silencio no es suficiente y no solo se deben negar las convicciones, sino que también, por salvar su propio pellejo, es necesario repetir como un loro lo que se os demanda. La practica de ketman enorgullece a aquel que la ejercita, y el creyente se eleva a un nivel superior a aquel a quien engaña”. Judt nos recuerda el tipo de ketman de todo un conjunto de expertos e intelectuales que rodearon a Bush II. Y, salvando las distancias –diría un servidor— a esa legión de influyentes expertos que pululan por doquier. Sin ir más lejos, esa cofradía de cortesanos que, en el campo de la economía y la sociología, dictaminan teológicamente sobre todas las cosas mundanas. Pongamos por caso que hablo de los Cien economistas. Por cierto, ¿qué saben de economía los que sólo saben de economía? C´est nombrilisme. Esta es una gente nada común que, dentro de unos años, podrán decir desparpajadamente: “Tuvimos razón cuando nos equivocábamos”. Son primos hermanos de sus lejanos antecesores, los expertos que escribieron y asesoraron al casi laborista Philip Snowden (Ministro de Hacienda británico) para que se rindiera ante la Depresión porque no tenía sentido oponerse a las leyes ineluctables del capitalismo. Y que tienen, como familiares más cercanos, a los expertos que inspiraron ese teologúmeno thatcheriano de “no hay alternativa”. Que tienen además, como antecedente más lejano, a un gran experto, Frederick Taylor que, como Júpiter Tonante, sentenció: “Si la organización del trabajo debe ser científica, ¿qué pintan en ello los sindicatos?”, poniendo las bases de lo que se ha dado en llamar la democracia de los expertos. En pocas palabras, una cofradía endogámica y, por tanto, autorreferencial que sólo ha dialogado entre ellos mismos. Una cofradía voluntariamente solipsista, donde las haya. Y, sin embargo, ha establecido un pacto de hierro con los poderes políticos y económicos en aras a consolidar el pensamiento cautivamente único. 


 2.— Por lo dicho hasta ahora parecería que el libro de Judt es un tratado de política. No tal: es una atípica y singular biografía, dictada cuando ya estaba avanzadísima su terrible enfermedad degenerativa y casi con dificultades en el habla. Que, en ciertos momentos, me ha recordado el libro del malogrado Albert Fina Sanglas, uno de los padres del iuslaboralismo patrio, “Conviure amb el càncer”. Más todavía, nos trae a la memoria el relato –también atípicamente autobiográfico— de otro Alberto, Asor Rosa: El alba de un mundo nuevo. Otra auténtica joya, que nos retrotrae a aquella Roma città aperta. Judt nos habla de sus primeras andanzas en la escuela primaria londinense; de los autobuses que tomaba para ir de casa al colegio; de los olores de las calles; de las tiendas de su barrio; de la más que austeridad de las familias … Y de más cosas de ese y otro tenor que no desvelaré para provocar la curiosidad del público. Claro que sí, entre col y col el autor explica cosas tan substanciosas como lo que se relata con relación a esa casta pendenciera de los expertos. A los que retrató Renato Bruson en "Cortigiani, vil razza dannata" de Rigoletto. Y es que el maestro Verdi tenía muy buena vista…