domingo, 14 de marzo de 2010

PREVARICAR Y PROVARICAR

Tanto Toxo como Cándido se han manifestado ya contra las medidas del Gobierno. Metiendo bulla las comparte y, como prueba de ello, ayer mismo dábamos un COMENTARIO DE URGENCIA: EL ZAPATERAZO. Hoy nos ha parecido de interés entrar en abierta polémica con el Editorial de El País. Pero, antes de meternos en harina, parece conveniente recordar al prójimo –ya sea de alta cuna o de humilde jergón-- que el zapaterazo se orienta a enjuagar el déficit público, sólo a ello. Lo decimos en previsión de que aparezca un cierto furor peristáltico martilleando que tales medidas contribuirán a la creación de empleo. Y, comoquiera y dondequiera, también recordando que el gobierno ha recorrido a un tipo de medidas tradicionales que, yendo por siniestra vereda, fueron las causantes del diluvio que se desencadenó hace dos años. Pero, vamos a lo que vamos: a comentar el editorial del diario de marras.El País sostiene que la bajada de sueldo de los funcionarios “cabe explicarla porque los trabajadores del sector público no habrían sufrido, hasta el momento, las consecuencias el peso de la crisis, que sí han experimentado los asalariados del sector privado” (las cursivas son mías). Se trata de un argumento de notable sofistería. Que es más conveniente rebatir sobre la base del razonamiento que, con frecuencia, utiliza el maestro Umberto Romagnoli. Nuestro amigo –con implacable sarcasmo, como quien quiere competir con la lúcida crueldad de la malafoyá granaína— recurre al mito de los antiguos vendedores de crecepelo: prometían que los usuarios de la pócima, calvos todos, les saldrían una abundante melena. Ahora bien, los posmodernos mercachifles parecen vender potingues para que los que tienen pelo se vuelvan calvos. Vale decir, ya que no es posible que todo el mundo tenga cabellera, lo mejor es que todos sean calvos. En resumidas cuentas, la descohesión social para todos.Ni una palabra en la editorial de algo tan provaricador --he dicho provaricador, no prevaricador-- como romper un contrato unilateralmente como ha hecho el gobierno con el convenio de la función pública, firmado hace seis meses, que es uno de los institutos jurídicos (el convenio colectivo) más emblemáticos del Estado de Derecho. Se entiende, pues, que “provaricador” debe ser interpretado como una decisión administrativa hecha mal a sabiendas y queriendas. En definitiva, ilegal. Así pues, no hace falta ser excesivamente quisquilloso para intuir que los acuerdos firmados con el Gobierno estarán, a partir de ahora, en clave de sospecha.¡Ah, los mercados, esos ostrogodos que, apretando un botón en un nanosegundo, condicionan y determinan la biografía de millones de personas!Por lo demás, en la mentada editorial no encontramos referencia alguna a qué otros sectores (que no sean los exponentes del trabajo dependiente, los jubilados y las personas en dependencia) se verán afectados por el tratamiento caballuno del zapaterazo. No las menciona El País porque no existen medidas en esa dirección: no sea que los ostrogodos de los mercados se enfaden. Por lo tanto, enjuagar el gasto público no será realizado a través de sacrificios desigualmente compartidos: lo será sólo y solamente por aquellos a los que se quiere controlar, trabajadores, pensionistas y ancianos.



viernes, 12 de marzo de 2010

SINDICALISMO E INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Decíamos que Raimon Obiols publicó en su bloc una interesante reflexión, TRADUCCIONES E INTELIGENCIA ARTIFICIAL, sobre la que estoy interesado en hacer unos comentarios por puro vicio argumental. Lo importante de la misiva de mis amigos es que “en eso de la traducción mecánica se está avanzando a pasos agigantados”. Lo dicen dos intelectuales con una larga práctica sindical a sus espaldas y no pocos años de oficio en las lides de la traducción. O sea, gente que conoce el paño.


Pues bien, la lectura del texto de Obiols me lleva a una serie de preocupaciones. 1) La traducción mecánica de los textos de Saint Exupery y los de Gabriel García Márquez (que no son precisamente planos) son más que aceptables; y 2) dicho lo cual, la cosa merece una sosegada reflexión, que sería más provechosa si mis achaques seniles no fueran tan preocupantes. Veamos …

Primera reflexión. Se ha avanzado en la relación entre las matemáticas (a través de una mayor sofisticación de sus algoritmos), la técnica y el lenguaje escrito. Lo que quiere decir que tendencialmente la traducción mecánica estaría en mejores condiciones de traducir al castellano a Dante y a trasladar a otras lenguas la sobria literatura de
Silver Kane, uno de los ídolos literarios de mi infancia.

Segunda reflexión. Ayer recomendaba a los sindicalistas el estudio del post de Obiols, cosa que reitero ahora con mayor énfasis. Justamente para la mayor y mejor comprensión del nuevo paradigma en el que estamos instalados: el nuevo orden en la organización de los factores productivos que tiene su expresión (y motor) en el sistema de nueva empresa. O, para decirlo de manera un tanto presuntuosa: en la consolidación de un nuevo y orgánico modelo técnico-productivo. O sea, cabe la posibilidad que el buen hacer “artesanal” de la factoría Rodríguez de Lecea-Carmen Martorell, al igual que otros oficios y menesteres, vaya siendo desplazada por el nuevo modelo orgánico-productivo de la relación entre matemáticas-técnica y lenguaje escritos. De hecho, conozco una gran cantidad de blogs que, para sus diversas traducciones simultáneas, funcionan de esa manera, digamos, postfordista.
Tercera reflexión. Pero ¿qué pito toca en esta historia el sindicalismo confederal? Lo toca y mucho. Por estas razones: saber en qué estadio técnico, científico y cultural estamos es de la mayor importancia, conocer cómo se manifiestan los trabajos y no trabajos en esta nueva coyuntura es de la mayor relevancia, y no es baladí estar al tanto de qué nuevos cuadernos reivindicativos se ponen en marcha en el cuadro de las convenientes conductas contractuales.
Cuarta reflexión. Las bases para la desaparición de un buen cacho de la noble profesión de los traductores parecen, así las cosas, cantadas. Y, al igual que los viejos (buenos) cuberos, cuyo ojo era legendario, podría ir disminuyendo de manera lánguida pero inexorable. Cierto, quedarían las buenas traducciones de La Divina Comedia (al castellano, las del maestro Angel Crespo y la catalana de Josep Maria de Sagarra) pero ya con unos lenguajes de otra época.
Quinta reflexión. He escrito en otras ocasiones lo que sigue. En mis buenos tiempos la huelga se desarrollaba bajo el siguiente presupuesto: si estamos de brazos caídos, las máquinas no funcionan. Hoy ya no es así: se puede estar de brazos caídos, ejerciendo el derecho de huelga, y los chirimbolos tecnológicos siguen funcionando. Lo hemos visto, por ejemplo, en televisión. Lo vemos en los cajeros automáticos. Y, bajo otras condiciones distintas, en Ikea cuando vamos a comprar (el que vaya, yo me hice un lío que no pienso repetirlo) es el personal quien pecha con el trabajo, estén los asalariados de esa firma en huelga o no. De donde infiero –achaques de senectud aparte— que el sindicalismo confederal debe proponerse una nueva práctica del ejercicio del conflicto social acorde con la nueva era que conocemos.