martes, 12 de octubre de 2010

SIMÓN ROSADO O LA FASCINACIÓN DEL SINDICALISMO

Ha fallecido Simón Rosado, uno de los dirigentes más prestigiosos del sindicalismo confederal español. Su muerte ha producido un duro impacto: primero, por la enorme consideración en que se le tenía; segundo, porque nos ha dejado con sólo cincuenta y tres años. Somos muchos los que todavía no nos hemos repuesto, y me atrevería a decir que tenemos todavía una cierta sensación de incredulidad.


Conocí a Simón cuando, prácticamente un mozalbete, era la persona más consultada y requerida en la Derbi, la antigua fábrica de motos en el Vallés Oriental. Un muchacho que ya sorprendía por su sabiduría y su sentido común. Recuerdo perfectamente como los veteranos (cuarentones y cincuentones) llevaban en palmito al joven Simón que, simultáneamente, parecía ser el hijo y el padre de todos ellos. Junto a otro joven, Matías Alcázar (que también nos dejó hace años) representaron la renovación de los cuadros sindicales en la comarca: Matías o la fogosidad y la intuición; Simón o la templanza del que sabe que la lucha tiene un largo recorrido.


Nuestro amigo tiene dos grandes realizaciones de gran calado, tal vez no suficientemente conocidas. Primero fue el salto adelante que imprimió al sindicalismo en el Vallés Oriental; y, después, la estabilidad que generó su capacidad dirigente al frente de la Federación de los metalúrgicos catalanes, una organización que llevaba tiempo en una visible confusión. Esta situación tenía que ser abordada. De ahí que algunos amigos del grupo dirigente de Comisiones Obreras de Catalunya le preparamos una “encerrona”. Concretamente le propusimos que se hiciera cargo de la Federación metalúrgica catalana. Y, como esperábamos nosotros –ya gatos viejos-- nuestro Simón aceptó: todavía no tenía treinta años.


Es precisamente al frente de esa responsabilidad cuando Simón empieza a tener predicamento en las fábricas metalúrgicas. Yo le he visto hablar con autoridad a sindicalistas cincuentones de SEAT y otras grandes empresas. Y somos muchos los que sabemos de su serenidad y coraje negociando importantes expedientes de crisis. No hace falta decir que nunca fue el sindicalista gritón ni aspavientoso. Era la voz del razonamiento paciente. Que siempre habló desde el afecto. De ahí que podamos decir enfáticamente que Simón era un sindicalista respetado y querido, dos cualidades que raramente coinciden. Centenares de personas le hemos llorado hoy en el sepelio.


Y no dudo de que cuando se enteren los sindicalistas marroquíes de la CDT harán lo mismo. Simón fue uno de los grandes actores que propiciaron la solidaridad con los trabajadores marroquíes del metal y por aquellos sitios se movía como Pedro por su casa. Nuestras amistades marroquíes lo consideraban como uno de los suyos: es gente con buen olfato.

sábado, 24 de julio de 2010

ASÍ HABLÓ EL MAGISTRADO FALGUERA

Nota Editorial. Publicamos la conferencia que el Magistrado Falguera pronunció en el Colegio de Abogados de Barcelona en el día de ayer. Al final del acto, y tras las ovaciones del público, un miembro de los Servicios de Cleptomanía de Documentos de Parapanda se hizo con el texto.










LA NUEVA REGULACIÓN DEL DESPIDO VISTA DESDE UNA –PERSONAL- PERSPECTIVA JUDICIAL








Miquel Àngel FALGUERA BARÓ Magistrado especialista Tribunal Superior de Justicia de Cataluña










1. ¿Somos los jueces culpables de las disfunciones de nuestro modelo de despido?Probablemente uno de los aspectos más señalados en el rifirrafe mediático que acompañó a la reciente concertación social que ha finalizado sin acuerdo con el famoso R Decreto Ley 10/2010, sea el relativo a nuestro sistema de despido.Se ha dicho con reiteración que “despedir en España es muy caro” y que hay que abaratar su coste. A lo que se suma la crítica a la complejidad y dificultad del trámite y, especialmente, al específico marco legal de regulación de los llamados despidos económicos, técnicos, organizativos y de la producción –conocidos como “despidos económicos”- de los arts. 51 y 52 c) ET y, por tanto, lo difícil que resulta a una empresa en crisis utilizar esos mecanismos extintivos.De hecho, algunas voces más altisonantes han apuntado a los jueces de lo social como los causantes últimos de esas supuestas anomalías, por una interpretación de la Ley que se decanta por una mayor tutela –que se imputa por algún sector como trasnochada- de los trabajadores.










No puedo resistirme, en este marco, traer a colación unas recientes reflexiones de uno de los padres del iuslaboralismo, MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO BRAVO-FERRER, que su editorial de Relaciones Laborales número 10 de este año indicaba: “Nuestra doctrina judicial ha sido bastante continuista, no ha inspirado ni ha sido precursora de cambios normativos demandados por la evolución social, ni se ha adelantado o colaborado con los propósitos reformadores; más bien, hasta fecha muy reciente, ha sido reticente a ellos y la judicatura ha rechazado o no ha colaborado con los intentos de flexibilización del legislador, adoptando una óptica garantista, divergente con las líneas de evolución «modernizadora» de la legislación laboral propiciadas a nivel europeo. La denunciada rigidez del régimen español de despido se imputa también a la aplicación judicial de la legislación sobre el mismo, habiéndose acusado a nuestros jueces de crear rigidez e inseguridad y de no valorar adecuadamente los supuestos de despidos razonables o justificados”. Y continuaba luego: “La estadística judicial sobre el despido suministra datos preocupantes. En 2009, de casi un millón de extinciones contractuales, 780.000 fueron consideradas improcedentes, frente a solo algo más de 150.000 procedentes, lo que supondría que la gran mayoría de los despidos responderían a decisiones empresariales contrarias a Derecho, que estarían despidiendo arbitrariamente a su personal”.Son afirmaciones que, por venir de quién vienen, duelen. Entre otras cosas porque esos últimos datos estadísticos omiten un dato significativo: la inmensa mayoría de esos despidos improcedentes habían sido ya así reconocidos por el propio empleador, a través del mecanismo específico del art. 56.2 ET. En concreto, más del cuarenta y cinco por ciento de los beneficiarios de las prestaciones de desempleo en 2009, conforme al avance del ANUARIO DE ESTADÍSTICAS LABORALES, provenían del denomino “despido exprés” –especialmente tras la Ley 45/2002, con el precedente del RDL 5/2002- (a lo que debe añadirse que una cifra superior se debe a la finalización de contratos temporales).








Uno a veces tiene la impresión que en ese debate lo que de verdad se está discutiendo –aunque nadie lo dice- es el control judicial del despido, de tal modo que algunos abogan por su desaparición. De hecho, si bien se mira, el conocido como “Manifiesto de los 100”, que promovía el llamado “contrato único” –tan bien acogido por determinadas instancias-, lo que en realidad escondía era la posibilidad de despedir sin causa, con una indemnización tasada y sin control de la medida. Quizás no está de más recordar que en ningún país europeo el despido (es decir, la extinción unilateral causal por el empleador) carece de control judicial o de sometimiento a mecanismos autocompositivos asimilados o administrativos. Y es ésa además una garantía que recoge el art. 30 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión, en su actual versión y en la interpretación que el art. 35.1 CE ha hecho el TC.¿Somos los jueces culpables de lo caro que despedir y de lo difícil que resulta? Las siguientes líneas tienen como objetivo un análisis de esas imputaciones de onerosidad y complejidad desde la perspectiva de un juez. Y tiene como hilo conductor –y fin último- el análisis del cambio normativo experimentado por la reciente reforma laboral, ahora que la tinta del BOE está aún fresca (con lo que corro el riego, que asumo, de la inmediatez y la falta de reflexión pausada: ya sé que a medio plazo me voy a arrepentir).










lunes, 19 de julio de 2010

LAS LECCIONES DE TITO MÁRQUEZ

Todavía no nos habíamos repuesto de la muerte de nuestro Ángel Rozas cuando voces amigas nos informan de la muerte de Gabriel Márquez Tena, a quien todos le conocíamos con el sobrenombre afectuoso de Tito. Murió en su Barcelona sentidamente adoptiva él que había nacido en Alcolea, a la vera de Córdoba: justamente allí donde Serrano le propinó un descalabro a Novaliches.El apelativo de Tito le viene de cuando estábamos en la cárcel Modelo, en el verano de 1968. Yo hice correr a los compañeros que Gabriel Márquez era mi tío –mi tito en la cariñosa acepción andaluza—y, desde aquellos entonces, pasó de ser el tito a Tito, en mayúsculas. Una persona que quieren todas las generaciones de Comisiones Obreras de Catalunya, porque hizo kilómetros y kilómetros organizando aquel nuevo movimiento de trabajadores. Un hombre que, según Thomas Mann, tiene sobradas trazas para ser “de gran formato”.Nació en un buen año, 1931; murió en un mal día, el 18 de Julio pasado cuando la tarde languidecía y renacían la sombras. Hoy le hemos recordado en el tanatorio junto a su esposa, nuestra querida Georgina, Josep María Rodríguez Rovira, Javier Tébar y Bibiana Bigorra. Y hemos rememorado la importante contribución de nuestro Tito a la lucha antifranquista.Sín él, el periódico Lluita Obrera –el portavoz de Comisiones Obreras de Catalunya-- no hubiera salido en la clandestinidad en las magníficas condiciones tipográficas; Tito buscó el local donde imprimirlo, y Tito lo distribuía semanalmente por todos los rincones y estafetas de los más lejanos y cercanos puntos cardinales de Catalunya.Tito guardaba los dineros de la Coordinadora General de Comisiones Obreras de España en un pequeño zulo que hizo en su casa. Tito nos proporcionaba los locales donde debíamos reunirnos los grupos dirigentes de aquel movimiento sociopolítico. Tito era el gran artesano de la gran y pequeña intendencia para su funcionamiento.Ya en democracia fue el adjunto de todos los secretarios de organización hasta su jubilación. Tras cada reunión de los órganos dirigentes, Tito Márquez comunicaba pormenorizadamente a todas las estructuras territoriales los acuerdos tomados: una comunicación de ida y vuelta, “en caliente”. Le debemos, además, una teoría hecha práctica. Cuando la huelga de junio de 1985, Tito en cierta reunión planteó la necesidad de comprometer a los centros de trabajo con “compromisos previos” de cara a la acción colectiva. “Aivá lo que ha dicho este hombre”, dijimos. Aivá lo que nos dejó dicho para ayer, hoy y mañana. Pues sí, “los compromisos previos”, entendidos como la palabra dada por parte del colectivo de, tras razonas, decide ir a la huelga.Lo dejo para el final: sí, fue Tito quien habló con el maestro Tàpies para que donara un cuadro con la idea de que los tarjetones impresos del mismo sirvieran para recoger fondos de ayuda a la reconstrucción del Vietnam. Cierto, la misma personalidad, Tito, que nunca pensó que las cosas eran fáciles, por eso insistía en la organización, la organización, la organización. Vale. Desde Grecia: "En Rodas, y después de varios días sin poder conectarnos a Internet por caprichos del wi-fi, hemos entrado Carmen y yo en tu blog por tener esa información social puntual y precisa que no se encuentra en los diarios online. Así nos hemos enterado de la muerte de Tito Márquez. Estamos consternados, nos han venido a la mente un montón de recuerdos. Fue el archivo viviente de aquella primera CONC y un hombre incansable en el trabajo y cariñoso en el trato. Da por favor de nuestra parte un fuerte abrazo a Georgina. Y recíbelo tú también de, solidarios en la desolación, Carmen Martorell y Paco Rodríguez"

sábado, 10 de julio de 2010

PILI Y MILI

El Partido socialista francés está en la calle apoyando a los sindicatos: se niegan a la ampliación de la edad legal de jubilación. En España el gobierno plantea una serie de medidas aproximadamente clónicas a las que quiere imponer el presidente Sarkozy. Hasta donde yo me sé parece cierto que: 1) Francia y España están en la Unión Europea, 2) que los socialistas galos y los españoles forman parte del Partido Socialista Europeo.Por lo demás, estamos ante un choque de argumentos: las razones que expone el PSF para “estar en la calle” son muy parecidas a los argumentos de los sindicatos españoles y franceses; las letanías de Zapatero y Sarkozy se parecen tanto entre sí como Pili a Mili. Naturalmente este fuerte contraste entre ambos partidos, francés y español, puede tener mil explicaciones. Pero una cosa es clara: la izquierda europea mayoritaria es un conjunto de retales dispersos que no configuran un vestido como dios manda. Por lo demás, la explicación de que una cosa es estar en la oposición y otra en el gobierno no me parece suficientemente convincente. Habría que rebañar en esos platos para sacar más conclusiones. De momento insinuamos, distorsionando el refrán, “cada uno en su casa y dios en ninguna de ellas”.Por otra parte, que cada partido nacional de la izquierda mayoritaria haga de su capa un sayo es, también, parte de la explicación del deshilachamiento de Europa. Más todavía, así las cosas –esto es, que cada cual haga una cosa distinta (y hasta contradictoria) de la que hace el vecino-- explicaría, también parcialmente-- la dificultad (si no imposibilidad) de construir una salida a la crisis lo menos perjudicial para las capas populares. Por lo tanto, damas y caballeros de la izquierda mayoritaria, menos hablar de las vicisitudes de Europa y pónganse manos a la obra, a la buena obra.

lunes, 5 de julio de 2010

PACTO SOCIAL POR LA INNOVACIÓN TECNOLÓGICA Y EL ESTATUTO DE LOS SABERES

José Luis López Bulla






(Fundación sindical de Estudios, 2004)








Parto de la siguiente consideración: la flexibilidad no es ya un fenómeno contingente, sino estructural y de muy largo recorrido; la flexibilidad no es ya un “método” puntual sino algo que recorre las diversas formas de la producción y los servicios, y, por así decir, atraviesa las actuales formas de vida: en esto tiene un notable parecido con el fordismo. Sigo, la flexibilidad es consecuencia de dos tipos de fenómenos: una, las decisiones subjetivas que pone en marcha quien, de manera unidireccional, está gestionando la flexibilidad, esto es, el dador de trabajo; otra, pero también es el resultado objetivo de la formidable versatilidad de la nueva tecnológica. Decisiones subjetivas y resultado objetivo se interrelacionan y condicionan mutuamente, y hasta la presente están bajo la hegemonía del empresario que, en la actual etapa, está conociendo un importante proceso de relegitimación social y política[i].








Esta hegemonía tiene una característica muy relevante: se ha esforzado (y en parte lo ha conseguido) en hacer ver que lo que es subjetivo aparezca, en esa lógica, como objetivo[ii]. O lo que es lo mismo, ha impregnado por doquier que la falacia de las decisiones subjetivas sean vistas como elementos objetivos de un (necesario) desarrollo objetivamente inevitable de la economía: la precarización es necesaria y objetiva para el desarrollo del empleo; los intentos de eliminación de derechos, normas y reglas son objetivamente una necesidad para, dadas las cortapisas que imponen, la creación de puestos de trabajo y el buen funcionamiento de la economía. Hay que decir, sin el menor asomo de descaro, que en esa transmutación de lo subjetivo en objetivo ha caído un buen cacho de la izquierda, contagiada o no por tales revelaciones. De manera que una parte de la izquierda ha estado distraída en estos asuntos[iii] y otro sector, igualmente significativo, ha corrido como un galgo para darse ‘el abrazo aristocrático’ con sus tradicionales adversarios, algo tan conocido que ya lo denunciaban nuestros viejos conocidos, los fabianos de antañazo.Pero, retomemos el hilo conductor. Digamos, pues, que quien interpreta subjetivamente y pone en marcha este epifenómeno --que es la flexibilidad-- está no sólo imponiendo unos nuevos modelos de organización del trabajo, sino proponiendo, también, nuevas formas de vida de las personas, desde el trabajo hasta los últimos recovecos extralaborales; y que, derruido el fordismo, queda la flexibilidad como ortopedia no coyuntural sino de largo recorrido[iv]. Todo ello en una gigantesca transformación de los aparatos productivos y de servicios que está siendo acompañada por una práctica (subjetiva, hemos dicho) de vasto unilateralismo empresarial. que se caracteriza, entre otras cosas, por: un intento de manumisión de los derechos de ciudadanía social y la congelación del Derecho laboral, de un lado; y, de otra parte, por la desmembración del mercado de trabajo.








La lectura autoritaria de la flexibilidad es, así las cosas, equivalente a precarización y extrema fragilidad de las condiciones de trabajo, empezando por un cambio de metabolismo del contrato de trabajo que poco va teniendo que ver con el que idearon los padres fundantes del iuslaboralismo nacido en Weimar: un asunto que machaconamente nos recuerda el maestro Romagnoli, uno de los grandes patricios del fértil Derecho laboral europeo; un asunto al que no se le presta la debida atención fuera de los profesionales de tan noble disciplina.Afirmo que es posible otra flexibilidad, que es necesaria para un nuevo avance en la humanización del trabajo y en el trabajo[v].








Digamos que esta flexibilidad debe insertarse como hipótesis de nuevas posibilidades en otros sistemas de organización del trabajo. Lógicamente estoy proponiendo que la flexibilidad sea obra del pensamiento y la acción de dos sujetos fuertes: la política de izquierdas y el sindicalismo confederal, cada uno con sus propias prerrogativas y (diversos) puntos de vista. Lo que no parece conveniente es la repetición de la vieja historia de antaño: las izquierdas y la familia sindical atrapadas y cooptadas en la lógica infernal, primero, del taylorismo y, después, del fordismo. Por lo tanto, mi punto de vista es: se necesitan normas, tutelas y garantías que permitan al trabajo asalariado “vivir” la flexibilidad sin miedos y angustias. O, si se prefiere: pasar de la flexibilidad entendida como patología a la que comporta oportunidades y autorrealización personal. Esta es la tesis que expongo de manera tan esquemática como me lo permite el espacio de este artículo. Porque, además, los viejos institutos que han estado en vigor (fruto de la antigua ordenación de las relaciones laborales en Occidente), tales como el contrato de trabajo y los sistemas de organización del trabajo, están cambiando de naturaleza con la irrupción desbocada de la flexibilidad. Aquellos viejos institutos, con sus aparatos jurídicos y garantías de las negociaciones colectivas, están dando paso a un “territorio” sin normas y controles.Una primera conclusión sería: es urgente una reflexión acerca de la discontinuidad histórica que representa la flexibilidad estructural, y son no menos urgentes unas medidas (políticas y sociales) que aborden la lógica tensión entre flexibilidad y seguridad[vi]. Esto podría concretarse en que el sindicalismo y la política compartan diversamente el paradigma de cómo hay que intervenir en el actual estadio que denominaré de innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. Digo ‘diversamente’ porque unos y otros tienen una personalidad diferente como distintos son sus objetivos. Al sindicalismo confederal le correspondería poner en marcha una vasta cultura negocial que entrara a fondo en la cuestión tecnológica en todos los intersticios de su contractualidad; de este modo se comportaría como un sujeto contractual fuerte y poderosamente incluyente, al tiempo que ejerce de sujeto implícitamente legislador, pues sus hechos negociales son fuente de Derecho. La política, desde su no menos acendrada autonomía, estaría cumpliendo su cometido, esto es, procurando utilidades a la sociedad desde sus propias funciones de representación institucional.








He dicho que nos encontramos en una fase de innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. Que tampoco es ya coyuntural sino esencialmente de largo recorrido. Es en ese estadio donde la alteridad sindical debe situarse, tirando por la ventana los (pocos o muchos) residuos culturales de su personalidad fordista que era propia de antaño. Esto es, si el fordismo industrial está muriendo velozmente, el sindicalismo debe proceder a su propia metamorfosis, también de manera veloz. Porque, en caso contrario, iría perdiendo a marchas forzadas importantes espacios de poder contractual en la cuestión salarial, las condiciones de trabajo y la influencia de todo ello en el régimen de pensiones y protecciones sociales. O lo que es lo mismo: se trata de que el sindicalismo confederal busque, ahora mismito, el vínculo fuerte entre su intervención en el actual paradigma y los sistemas públicos de protección social. Téngase en cuenta que, a la vuelta de la esquina, los poderes públicos volverán a la carga con la reforma de las pensiones, después de los movimientos de franceses y alemanes. Y no es posible una reforma duradera de los sistemas de protección social sin su vinculación con el hecho tecnológico[vii].








Así las cosas, viendo cómodamente los toros desde la barrera, le digo a mis cofrades sindicalistas: es preciso entrar de lleno en un Pacto social (de largo recorrido) por la innovación tecnológica. Con sus propios contenidos específicos, ya no fordistas, y sus correspondientes espacios contractuales, tampoco fordistas; también con sujetos negociales, esto es, el sindicato dentro y fuera de la empresa como agente principal de dicha contractualidad. Creo que éste es el gran desafío que rehuye la contraparte por dos razones: una, porque quiere gobernar discrecionalmente los procesos de cambio; otra, porque cree que su vasto unilateralismo empresarial le facilitará cómodamente una nueva acumulación de capital, gobernada sin nuevos y simétricos derechos sociales propios de la innovación tecnológica.








A la familia sindical le corresponde, pues, reinterpretarse y, a calzón quitado, “leer” sin complejos los contenidos de su literatura real, que son las plataformas y el resultado final de las mismas[viii]. Con esa actitud valiente podría preguntarse de manera desinhibida: ¿qué ataques a los derechos sociales vienen de la mano del empresario y qué ausencia de derechos no soy capaz de generar yo mismo con mis propias fuerzas? Lo que podría comportar la elaboración de un cuaderno reivindicativo que se corresponda con la fase de innovación-reestructuración. Y, puestos a hacerse preguntas no menos desinhibidas, la familia sindical podría caer en la cuenta de esto: ¿qué aspectos de ejercer el conflicto me interfiere la innovación tecnológica y de qué manera utilizo las potencialidades de conflicto que me depara dicha innovación?.








Me disculpo si soy excesivamente machacón, pero a efectos de lo que viene a continuación, tengo que seguir recordando que estamos en la fase de innovación-reestructuración, cuya ortopedia no coyuntural es la flexibilidad. Pues bien, hoy nos encontramos con un profundo desfase entra la velocidad y la hondura de las transformaciones tecnológicas y los saberes del conjunto asalariado y con una visible asimetría entre tales mutaciones y los saberes de la familia sindical. Una y otra se traduce en las siguientes anomalías: a) a la persona que trabaja se le exije que sepa hacer, que esté en condiciones de intervenir a todo meter ante cualquier contingencia, pero no se le da la necesaria y suficiente formación (e información) concretas para hacer aquello que se le demanda; y b) la familia sindical se autoexije el correspondiente general intellect, toda una obsesión del famoso barbudo de Tréveris, para ejercer su propia alteridad. Vale la pena, pues, preguntarse ¿de qué manera, en la fase actual, el conjunto asalariado está en condiciones de tener acceso al universo de los saberes como derecho fundamental de ciudadanía social? ¿y de qué modo la familia sindical pone en marcha, también con una legislación de apoyo, un nuevo compendio iuslaboralista de reapropiación de los saberes?.También en este orden de cosas, el sindicalismo confederal y la política pueden compartir diversamente la configuración de un Estatuto de los Saberes[ix]. El primero, estimulándose para introducir en la gramática de los convenios colectivos (y de toda la panoplia contractual) el acceso a los conocimientos; la segunda, traduciendo toda esa fuente de Derecho en dicho Estatuto con ringorrango de ley. O sea, una estrategia global de redistribución del acceso a los saberes y a la información, democratizando la revolución digital y tecnológica. Lo que tiene su máxima importancia en estos tiempos que necesitan que el sindicalismo (y la política) valoren el capital cognitivo en todas sus intervenciones; una batalla a la que, lógicamente, hay que implicar a los poderes públicos. Y comoquiera que no hay batalla sin su correspondiente grito mediático, propongo el siguiente: Más saberes para todos. Doctores tiene la Iglesia para elaborar dicho Estatuto. No quiero rehuir la responsabilidad de indiciar algunos, todavía insuficientes, apuntes. A grandes rasgos podrían ser: a) la formación a lo largo de todo el arco de la vida laboral, b) enseñanza digital obligatoria y gratuita, c) acceso gratuito a un elenco de saberes por determinar, d) años sabáticos en unas condiciones que deberán ser claramente estipuladas...








La pregunta que me hago, en relación a lo anteriormente expuesto, es: ¿los comités de empresa están en condiciones de abordar tan importantes materias? Mi respuesta abrupta es negativa, de ninguna de las maneras. Por una razón de peso: la fase de innovación-reestructuración es global, mientras que el comité de empresa es autárquico; la economía es interdependiente y el comité es un sujeto no comunicado con “el exterior”[x]. Se trata de argumentos que, chispa más o menos, se encuentran en las cabezas de la familia sindical, pero que por las razones que sea, no se atreve, así las cosas, a organizar el tránsito para que (gradualmente y bien gestionado) se haga el traspaso de poderes y competencias del comité hacia el sindicalismo confederal[xi]. Tengo la fuerte sospecha que, en la medida que se siga manteniendo el llamado “modelo dual de representación” (con la vigencia de los comités de empresa), será muy difícil que el movimiento organizado de los trabajadores dé la talla en esta fase de innovación-reestructuración[xii]. He dicho anteriormente que tengo la certeza de que el comité no puede abordar, por sus características, los grandes cambios de civilización (algunos de ellos, los más importantes, son de neta ruptura con lo anterior), pero queda en el aire la pregunta de si la familia sindical estará en condiciones de hacerlo. Contesto: sí, en hipótesis. Y ya se sabe que una cosa es la certeza y otra es la hipótesis.Ahora bien, el traslado de las competencias que tiene el comité a la sección sindical de empresa (sujeto que ya tendría in toto el poder contractual en el centro de trabajo) debería comportar algunas variaciones en la forma de ser sindicato. Que serían éstas: 1) estructurar la representación social en función de la morfología de la organización del trabajo, 2) el diseño de una sóla unidad de negociación frente a la contraparte, 3) fijando el itinerario de los hechos participativos con unas normas adecuadas que establezcan quorums para todo tipo de decisiones.








En resumidas cuentas, no se trata de trasladar los poderes de una casa a otra, dejando que el sindicalismo siga igual que hasta ahora. Lo que no empece que algunas de estas consideraciones puedan ser puestas en marcha ahora mismo con el objetivo de poner a la familia sindical, como dijo el clásico, en vías de llegar a ser. Por ejemplo, ¿es algo descabellado que la familia sindical confederal diga explícitamente en su mayor disposición ‘constitucional’, esto es, en los Estatutos, que la soberanía sindical reside en los afiliados y no en los órganos de representación? Estaríamos ante una nueva inmanencia del sindicalismo confederal, ante una cesura extraordinariamente positiva que provocaría dentera en quien no la pusiera en marcha. Lo que propongo para sugerir una emulación positiva entre las grandes componentes de la familia sindical[xiii]. Ahora bien, si nos fijamos atentamente en esta propuesta de la “soberanía sindical”, caeremos en la cuenta que en la forma se trata de una analogía jurídica con lo que establecen las Cartas Magnas de los países democráticas. Es decir, no se trata de ninguna concepción extremista, ni siquiera de matiz consejista[xiv]. Si no fuera porque en nuestro país la expresión ‘reformismo’ tiene unas históricas resonancias, diría que lo expuesto es reformismo. Y también en el fondo. Porque la soberanía sindical significa una adecuación a la forma del trabajo tendencialmente en redes, a un incremento visible del saber general del conjunto asalariado, a una mejor relación con la propuesta del Estatuto de los Saberes, a un buen vínculo con las demandas de participación (unas veces afloradas y otras en estado de latencia) de las personas. Es decir, a la plena asunción de los (mejores) valores republicanos en el interior de la familia sindical confederal.








[i] Me parece del mayor interés la lectura para muchos y la relectura para otros, del libro de Antonio Baylos, Derecho del trabajo, modelo para armar, Trotta Madrid. Se trata de un libro de gran importancia (posiblemente el más relevante del maestro Baylos) que trasciende los campos del iuslaboralismo.








[ii] Existe un antecedente significativo: las teorías de Taylor. El ingeniero americano afirmaba que su diseño de organización del trabajo era científico. De donde se desprendía que un método completamente subjetivo era elevado a la categoría de inmanencia objetiva.






[iii] Distraída es una manera elegante de hablar que, con frecuencia, utiliza el amigo Sergio Cofferati. Se trata de una distracción que ha comportado que la izquierda haya desdeñado la valoración social del trabajo: toda una paradoja pues, con permiso del dicharachero de Jeremy Rifkin, el empleo se ha incrementado en el mundo, incluso el industrial; otra cosa bien distinta es que el empleo industrial ha perdido la hegemonía social y la influencia que detentó a lo largo del siglo XX.








[iv] “Derruido el fordismo...”, me refiero al de matriz industrial. Sin embargo, nótese que una de las características de aquel sistema, el monumentalismo, está reapareciendo en algunos segmentos del sector de los servicios de hostelería y de algunas megasuperficies comerciales. Pero esto sólo lo dejamos apuntado a la espera de una nueva hospitalidad de la revista.








[v] Para no estar repetidamente insistiendo en definiciones, propongo las siguientes aclaraciones: debe entenderse como flexibilización las concepciones y prácticas que comporten el ejercicio autoritario del poder empresarial; y denomino flexibilidad el método que conlleva la (buena) intervención también de la representación social. Soy consciente de la enorme limitación expositiva de lo que digo, pero me vale solamente a efectos de lo que se plantea en esta reflexión. Así es que nadie me interpele diciendo ¿qué pasa cuando la intervención sindical es un fiasco o son unos zoquetes? La respuesta es clara, se trata de una flexibilización consentida por una u otra razón. Pero no voy por ahí.








[vi] José Luis López Bulla y Carles Navales en Este verano sangriento, El País-Cataluña , 6 de setiembre de 2002








[vii] Ver Manuel Castells y Pekka Imanen en El Estado de bienestar y la sociedad de la información en la colección La sociedad en red, Alianza Editorial, Madrid 2002[








viii] Vid. Informe sobre la negociación colectiva, Miquel Falguera i Baró[ix] Vid José Luis López Bulla en La cuestión tecnológica, El País-Cataluña, 25 de abril 2003.[x] José Luis López Bulla y Carles Navales Turnos en Los sindicatos otra vez a la greña en El País-Cataluña, 3 de abril de 2003.








[xi] Esta es una tesis que avancé en mi intervención en el Quinto Congreso Confederal de CC.OO en nombre de la CONC. Permítaseme un desahogo personal: el planteamiento fue aclamado con fuertes aplausos, como podrá comprobar quien revise las cintas de la grabación. Pero no fue por los anteriores argumentos, sino porque afirmé (lo que también es verdad, pero consecuencia de lo primero) que el comité es un freno para el incremento afiliativo del sindicato.








[xii] A mayor abundamiento de estos argumentos, véase Revista del Derecho Social número 21: Correspondencia entre Antonio Baylos y José Luis López Bulla sobre El modelo de representación social.








[xiii] José Luis López Bulla. Vid. Actas del Seminario XXV Aniversario de la Constitución Española: el sindicalismo de CC.OO. en la Universidad Castilla-La Mancha (Ciudad Real, 15 de Mayo de 2003) dirigido por Antonio Baylos.








[xiv] Todavía está por escribir la evolución de la democraticidad en el interior del sindicalismo, esto es, la evolución de cómo el sujeto social contempla en la práctica la participación de sus afiliados y estructuras, también la del conjunto de los trabajadores.








[xv] Vid José Luis López Bulla en La cuestión tecnológica, El País-Cataluña, 25 de abril 2003.






domingo, 14 de marzo de 2010

PREVARICAR Y PROVARICAR

Tanto Toxo como Cándido se han manifestado ya contra las medidas del Gobierno. Metiendo bulla las comparte y, como prueba de ello, ayer mismo dábamos un COMENTARIO DE URGENCIA: EL ZAPATERAZO. Hoy nos ha parecido de interés entrar en abierta polémica con el Editorial de El País. Pero, antes de meternos en harina, parece conveniente recordar al prójimo –ya sea de alta cuna o de humilde jergón-- que el zapaterazo se orienta a enjuagar el déficit público, sólo a ello. Lo decimos en previsión de que aparezca un cierto furor peristáltico martilleando que tales medidas contribuirán a la creación de empleo. Y, comoquiera y dondequiera, también recordando que el gobierno ha recorrido a un tipo de medidas tradicionales que, yendo por siniestra vereda, fueron las causantes del diluvio que se desencadenó hace dos años. Pero, vamos a lo que vamos: a comentar el editorial del diario de marras.El País sostiene que la bajada de sueldo de los funcionarios “cabe explicarla porque los trabajadores del sector público no habrían sufrido, hasta el momento, las consecuencias el peso de la crisis, que sí han experimentado los asalariados del sector privado” (las cursivas son mías). Se trata de un argumento de notable sofistería. Que es más conveniente rebatir sobre la base del razonamiento que, con frecuencia, utiliza el maestro Umberto Romagnoli. Nuestro amigo –con implacable sarcasmo, como quien quiere competir con la lúcida crueldad de la malafoyá granaína— recurre al mito de los antiguos vendedores de crecepelo: prometían que los usuarios de la pócima, calvos todos, les saldrían una abundante melena. Ahora bien, los posmodernos mercachifles parecen vender potingues para que los que tienen pelo se vuelvan calvos. Vale decir, ya que no es posible que todo el mundo tenga cabellera, lo mejor es que todos sean calvos. En resumidas cuentas, la descohesión social para todos.Ni una palabra en la editorial de algo tan provaricador --he dicho provaricador, no prevaricador-- como romper un contrato unilateralmente como ha hecho el gobierno con el convenio de la función pública, firmado hace seis meses, que es uno de los institutos jurídicos (el convenio colectivo) más emblemáticos del Estado de Derecho. Se entiende, pues, que “provaricador” debe ser interpretado como una decisión administrativa hecha mal a sabiendas y queriendas. En definitiva, ilegal. Así pues, no hace falta ser excesivamente quisquilloso para intuir que los acuerdos firmados con el Gobierno estarán, a partir de ahora, en clave de sospecha.¡Ah, los mercados, esos ostrogodos que, apretando un botón en un nanosegundo, condicionan y determinan la biografía de millones de personas!Por lo demás, en la mentada editorial no encontramos referencia alguna a qué otros sectores (que no sean los exponentes del trabajo dependiente, los jubilados y las personas en dependencia) se verán afectados por el tratamiento caballuno del zapaterazo. No las menciona El País porque no existen medidas en esa dirección: no sea que los ostrogodos de los mercados se enfaden. Por lo tanto, enjuagar el gasto público no será realizado a través de sacrificios desigualmente compartidos: lo será sólo y solamente por aquellos a los que se quiere controlar, trabajadores, pensionistas y ancianos.



viernes, 12 de marzo de 2010

SINDICALISMO E INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Decíamos que Raimon Obiols publicó en su bloc una interesante reflexión, TRADUCCIONES E INTELIGENCIA ARTIFICIAL, sobre la que estoy interesado en hacer unos comentarios por puro vicio argumental. Lo importante de la misiva de mis amigos es que “en eso de la traducción mecánica se está avanzando a pasos agigantados”. Lo dicen dos intelectuales con una larga práctica sindical a sus espaldas y no pocos años de oficio en las lides de la traducción. O sea, gente que conoce el paño.


Pues bien, la lectura del texto de Obiols me lleva a una serie de preocupaciones. 1) La traducción mecánica de los textos de Saint Exupery y los de Gabriel García Márquez (que no son precisamente planos) son más que aceptables; y 2) dicho lo cual, la cosa merece una sosegada reflexión, que sería más provechosa si mis achaques seniles no fueran tan preocupantes. Veamos …

Primera reflexión. Se ha avanzado en la relación entre las matemáticas (a través de una mayor sofisticación de sus algoritmos), la técnica y el lenguaje escrito. Lo que quiere decir que tendencialmente la traducción mecánica estaría en mejores condiciones de traducir al castellano a Dante y a trasladar a otras lenguas la sobria literatura de
Silver Kane, uno de los ídolos literarios de mi infancia.

Segunda reflexión. Ayer recomendaba a los sindicalistas el estudio del post de Obiols, cosa que reitero ahora con mayor énfasis. Justamente para la mayor y mejor comprensión del nuevo paradigma en el que estamos instalados: el nuevo orden en la organización de los factores productivos que tiene su expresión (y motor) en el sistema de nueva empresa. O, para decirlo de manera un tanto presuntuosa: en la consolidación de un nuevo y orgánico modelo técnico-productivo. O sea, cabe la posibilidad que el buen hacer “artesanal” de la factoría Rodríguez de Lecea-Carmen Martorell, al igual que otros oficios y menesteres, vaya siendo desplazada por el nuevo modelo orgánico-productivo de la relación entre matemáticas-técnica y lenguaje escritos. De hecho, conozco una gran cantidad de blogs que, para sus diversas traducciones simultáneas, funcionan de esa manera, digamos, postfordista.
Tercera reflexión. Pero ¿qué pito toca en esta historia el sindicalismo confederal? Lo toca y mucho. Por estas razones: saber en qué estadio técnico, científico y cultural estamos es de la mayor importancia, conocer cómo se manifiestan los trabajos y no trabajos en esta nueva coyuntura es de la mayor relevancia, y no es baladí estar al tanto de qué nuevos cuadernos reivindicativos se ponen en marcha en el cuadro de las convenientes conductas contractuales.
Cuarta reflexión. Las bases para la desaparición de un buen cacho de la noble profesión de los traductores parecen, así las cosas, cantadas. Y, al igual que los viejos (buenos) cuberos, cuyo ojo era legendario, podría ir disminuyendo de manera lánguida pero inexorable. Cierto, quedarían las buenas traducciones de La Divina Comedia (al castellano, las del maestro Angel Crespo y la catalana de Josep Maria de Sagarra) pero ya con unos lenguajes de otra época.
Quinta reflexión. He escrito en otras ocasiones lo que sigue. En mis buenos tiempos la huelga se desarrollaba bajo el siguiente presupuesto: si estamos de brazos caídos, las máquinas no funcionan. Hoy ya no es así: se puede estar de brazos caídos, ejerciendo el derecho de huelga, y los chirimbolos tecnológicos siguen funcionando. Lo hemos visto, por ejemplo, en televisión. Lo vemos en los cajeros automáticos. Y, bajo otras condiciones distintas, en Ikea cuando vamos a comprar (el que vaya, yo me hice un lío que no pienso repetirlo) es el personal quien pecha con el trabajo, estén los asalariados de esa firma en huelga o no. De donde infiero –achaques de senectud aparte— que el sindicalismo confederal debe proponerse una nueva práctica del ejercicio del conflicto social acorde con la nueva era que conocemos.


jueves, 11 de febrero de 2010

PROLOGANDO EL LIBRO DE ANTONIO BAYLOS

El libro que mañana se presenta en el Salón de Actos de Comisiones Obreras de Catalunya, “Sindicalisme i Dret sindical”, es la versión catalana de la cuarta edición en lengua castellana. Aprovecho, pues, que estamos en vísperas para publicar en este medio el prólogo que me encargó don Luís Collado, editor de las cuatro ediciones de la Editorial Bomarzo.





Yendo por lo derecho y sin rodeos: estamos ante un libro importante. Primero, por su contenido; segundo, por el autor que lo firma; tercero, porque viene a suplir una tradicional laguna: la precariedad de literatura iuslaboralista en lengua catalana; oído, cocina: precariedad no quiere decir inexistencia. Tres motivos que justifican sobradamente la aparición de esta investigación. Su contenido tiene, de entrada, una novedad: la provocación (en su sentido original, provocare, esto es, volver a llamar) de recordarnos algo que se olvida con excesiva frecuencia, esto es, que existe el Derecho sindical, hermano de leche del Derecho laboral. Su autor, Antonio Baylos, un eminente jurista del trabajo, que mantiene la vieja y noble tradición de algunos de sus colegas, de ayer y hoy: ser un cosmopolita ciudadano militante, partiendo de su profundo compromiso con el movimiento de los trabajadores y el sindicalismo confederal que representa Comisiones Obreras. Un inciso: no puedo dejar de pensar en toda una serie de personas: tengo en la cabeza ahora mismo el testimonio de otro amigo: Manuel Vázquez Montalbán que siempre se desvivía por acudir a todas las llamadas para decir su (siempre) lúcida palabra. Antonio Baylos tiene una característica que le distingue de la gran mayoría de profesores universitarios, incluidos los de su disciplina académica. No solamente describe la geografía del Derecho –esto es, qué dice la legislación y cómo debería ser aplicada— sino que se mete en la harina de cómo deberían ser las cosas, el por qué de cómo están las cosas y el por qué de cómo, a su juicio, deberían ser. Valga esta metáfora: Baylos no se limita a decir, como algunos geógrafos, que afirman sólo descriptivamente 
qué bonita es Barcelona, sino que explica las razones de lo que propone en una adecuada relación entre el ayer y ahora mismito y, de ahí, la invitación al vals del futuro. En concreto, es sobre todo un filósofo del Derecho laboral. Que escribe con la más absoluta y sencilla claridad. Digamos que es el estilo del profesor Baylos en toda su abundante producción científica: en sus escritos altamente especializados; en la literatura “de choque”, esto es, en sus artículos para la prensa; en su cotidiano quehacer del imprescindible blog que lleva su nombre (http://baylos.blogspot.com); en sus notables aventuras editoriales: la Revista del Derecho Social en sus dos versiones: la española y la latinoamericana. Y, por supuesto, el presente texto que el mismo Baylos califica como “material escolar”. Y algo más podemos decir sobre el libro: se trata, además, de un recorrido sobre los bienes democráticos que el sindicalismo confederal ha conquistado en los últimos años. Lo que, de vez en cuando, es pertinente señalar para que el seso de los sindicalistas, dicho a lo Jorge Manrique, avive y despierte.En resumidas cuentas, el libro pretende que sepamos más, porque el conflicto social es, también, un conflicto de saberes y conocimientos y, como se ha dicho, evoquemos las conquistas de ayer y de ahora mismo. Saber más precisamente para acumular más bienes democráticos, dentro y fuera de los centros de trabajo, en estos tiempos de profundas y aceleradas transformaciones. Precisamente a través de un sostenida conversación entre sindicalistas y iuslaboralistas: una de las tareas en las que está comprometida a fondo lo que podríamos llamar la escuela de derecho social castellano-manchega con la editorial Bomarzo a la cabeza.Con vuestro permiso: me vais a permitir un cierto desahogo personal. Una de las cosas que mejores recuerdos guardo de mis viejos tiempos era ver cómo los sindicalistas llevaban en el bolsillo aquel libro titulado “Los enlaces sindicales”, que escribieron al alimón Martín Toval y Jesús Salvador que –me parece recordar— publicó la editorial barcelonesa Laia en su colección Primero de Mayo, dirigida por el inolvidable Alfons Carles Comón. En buena medida, los conocimientos prácticos que nos deparó la lectura de aquel libro fueron responsables del “asalto democrático” a las estructuras del sindicalismo putativo de la dictadura franquista.

Postdata al margen del Prólogo. Espero que el pormenorizado conocimiento de este libro comporte, de un lado, una mayor preocupación por los derechos sindicales y, de otro lado, propicie que la plena sindicalización en el centro de trabajo.


martes, 2 de febrero de 2010

EL GOBIERNO Y LA NAVAJA DE OCCAM

Primer tranco. Lo que hemos vivido en las últimas horas más parece un esperpento del gran don Ramón María que otra cosa. A decir verdad, a mis años no había visto algo tan poco edificante como los vaivenes y aturrullamientos del Gobierno con el tema de las pensiones. No es cosa de hacer bromas, aunque ciertamente es muy difícil tomarse las cosas en serio. Dicho con prontitud: esto es una crisis caballuna de las formas de gobernar. Es cierto que en tiempos de don Pedro Solbes se dieron algunos anticipos, pero lo de las últimas cuarenta y ocho horas lo supera con creces: un estajanovismo desordenado de propuestas –unas diciendo pitos, otras rumbo a Bruselas tocando flautas— provinentes de las covachuelas del Ministerio que dirigen la Salgado y Campa: la casa de tócame, Roque. Mientras tanto el presidente del gobierno, raudo como una centella –cuando la tarde languidecía y renacían las sombras— tomaba su aeroplano y ponía rumbo al desayuno (putativamente santurrón) en los Estados Unidos: la familia que reza unida, permanece unida. Todo un gasto inútil, habiendo en nuestro país santuarios, ermitas y cenobios de más alta devoción popular. Por ejemplo, ahí están –viendo pasar el tiempo como la Puerta de Alcalá— el Monasterio de Las Huelgas o la Ermita de los Tres Juanes que mira, desde lo alto, la vega de Granada, una ciudad que está cerca de Santa Fe. O sea, puestos a rezar no hay motivos para gastar, en estos tiempos de crisis, tanta gasolina por los aires de los aires de los aires, amén.



Segundo tranco. Con esta zahúrda el Gobierno ha enviado unos mensajes que han arruinado algunas de sus joyas más queridas. Por ejemplo, la Ley de sostenibilidad económica. Se supone que el objetivo es –perdonen la tautología— que la economía sea sostenible. Porque si la ley es tan demiúrgica, ¿a qué viene esta retahíla de medidas? Es más, hasta la presente, nadie nos ha dicho qué fundamentación tienen: ¿es la cuestión del envejecimiento de la población? ¿es el resultado de todo un cúmulo de presiones desde “los mercados internacionales”, de las instancias internacionales y otros sinedrios más o menos relevantes?


Si se trata de lo primero (el envejecimiento de la población), estamos ante un problema no digo ficticio, pero sí de coartada. Pero en ambas cuestiones el Gobierno ignora algo que sabemos desde hace no pocos quinquenios: lo importante no es cuántos trabajan, sino la productividad que tienen. De ahí el tiempo que se ha perdido (y lo que te rondaré, morena) en no relacionar la argamasa del Estado de Bienestar con la innovación tecnológica a través de un pacto social en esa dirección. Y si se trata de lo segundo (las presiones de los mercados y los chambaos internacionales) el resultado ha sido justamente lo contrario: las caídas de la Bolsa de Madrid, ayer un 2,27 por ciento y hoy el batacazo de casi el 6 % y el cachondeo internacional ante ese desgobierno. Pues bien, si se trata de lo primero: ahí está la instancia del Pacto de Toledo. Si se trata de lo segundo: se toma una medida “para toda la vida” ante una situación contingente, sabiendo que “los mercados extrapolan a corto plazo”, según dejó enseñado Claude Bébéar, fundador y presidente de Axa, empresa líder mundial del sector de Seguros. [Acabarán con el capitalismo, Paidós, 2004]


Ante esta situación, han surgido desorientación e inseguridad, estupor y miedo de millones de personas que, ante este zafarrancho, pueden haber entrado en una crisis de vida: ¿cuándo me jubilaré y en qué condiciones? Un tema que bordaría Ulrich Beck.


No parece que el Gobierno haya caído en la cuenta del 
efecto resonancia: la duración de sus vibraciones tendrá un largo recorrido. Entonces, ¿cuál es la explicación de este desordenado estajanovismo gubernamental? Gente sesuda hay por academias y ventorrillos, institutos y lavaderos que se ocuparán del asunto. Yo, por si las moscas, les propongo utilizar el viejo método de la navaja de Ockham . Que, chusquera pero no desatinadamente explicado se resume así: de todas las opciones a elegir, escoge siempre la más sencilla. Me pregunto si lo más claro es que estamos ante un problema de acrisolada incompetencia.



Tercer tranco. Como era de esperar el sindicalismo ha reaccionado oportunamente: la última semana de este mes –febrerillo loco, por más señas— las calles y las plazas serán un clamor. Como siempre es necesario que resuene el grito. Pero es más necesario todavía que –con mayor fuerza y diapasón que el grito— se ponga en conocimiento de propios y ajenos el proyecto alternativo. Un proyecto que es conocido por millares de sindicalistas pero todavía no leído y escuchado por millones de personas.








Radio Parapanda. Como música de fondo 
Ah mes amis de La fille du regiment con el tenor colombiano Hans Ever . Y la voz abaritonada de Simón Muntaner informado sobre el EL PROBLEMA DE LOS PIIGS

sábado, 30 de enero de 2010

EL ZAPATAZO DE LAS PENSIONES

Lo primero es un homenaje a Augusto Monterroso: cuando Zapatero despertó, el consenso no estaba allí.La decisión de Zapatero es algo inaudito. Un gobernante que ha hecho del consenso una bandera toma el camino de en medio y se lanza, imprudentemente, a ampliar dos años la edad de jubilación. Sin la menor consulta, sin el menor susurro, sin la menor insinuación por su parte. Primera afrenta: los sindicatos y la oposición se enteraron por los medios de comunicación. Segunda afrenta, Zapatero deja en situación precariamente agallumbada al ministro Corbacho y, mirándose en el espejo, exclamó: “MAFO, ¿hay alguien más guapo que yo?”. Los aplausos de las tribus de estribor se disfrazaron de noviembre para no infundir sospechas. Pero Zapatero no hará como Augusto Bebel, el dirigente socialista alemán, que al ser aplaudido por la derecha en el Bundestag, exclamó a continuación: “Viejo Bebel, cuando la derecha te aplaude, pregúntate qué tontería has dicho”.Pero, además, es el caso que podría abrirse una profunda desconfianza entre los sindicatos y Zapatero con relación a las negociaciones que están en curso. Porque aparece con nitidez si estamos ante un gobernante que improvisa o que sigue a ciegas los dictados de MAFO y sus hermanos, primos y demás familiares. Sería una grieta no irrelevante porque, además, la medida es (indirectamente) una reforma del mercado laboral. Y para dicha reforma están convocados los sindicatos y las organizaciones empresariales. O sea, en vísperas de tales negociaciones, Merlín se saca autoritariamente un conejo de su chistera. Por lo demás, quien se ha llenado la boca de consenso rompe abruptamente –repito, en vísperas de negociaciones-- el estilo que cuajó en el Pacto de Toledo. De manera que, se mire por donde se mire, la alcaldada ha sido superlativa. Así pues, se entiende perfectamente el malhumor de Toxo que, como es su costumbre, no ha ido con paños calientes.Retomo lo dicho anteriormente: el planteamiento de Zapatero representa, en el fondo, una (mala) reforma del mercado de trabajo y, en esas condiciones, se convertiría en la función central de la apariencia de negociaciones que pudieran abrirse, pues el resto de los temas serían meras variables de una decisión tomada tan unilateral como autoritariamente. Digo apariencia porque las cartas ya van marcadas en esa partida desigual que, en esas condiciones, es un premio a la CEOE. Así las cosas, nos encontraríamos con la paradoja de que se premia a quienes han incordiado lo suyo y se fustiga a los sujetos que han apostado por negociar. Todo un giro copernicano de Don Talante. Zapatero, de te fábula narratur.


Ya han empezado los artificios verbales: María Teresa Fernández de la Vega ha justificado el planteamiento de Zapatero de ampliar dos años la edad de jubilación a través del magreo de palabras como la solidaridad y el vínculo intergeneracional. Quienes discrepen de la medida –se infiere de las palabras de la vicepresidenta del Gobierno— serían unos insolidarios de tomo y lomo. Pero en realidad esta metamorfosis de las palabras ya nos ha sido enseñada por el maestro Vittorio Foa en su celebrado libro
LAS PALABRAS DE LA POLITICA, que un tanto atrevidamente traduje al castellano. Hablemos claro: De la Vega ha perdido la oportunidad de hablar con punto de vista fundamentado y apáticamente se ha deslizado hacia el lugar común más aparente. De todas formas una cosa hay que agradecerle: aclaró que era sólo una propuesta para llevar a la comisión del Pacto de Toledo. Como era de esperar la reunión del Comité federal del PSOE ha aprobado la propuesta. El zapatazo es ahora oficialmente política de partido.Primera observación: aunque lo más llamativo es la propuesta de incremento de dos años para la edad de jubilación, téngase en cuenta que ésta forma parte de un paquete de indicaciones más general. Esto es, nos encontramos ante una reorientación más compleja del sistema público de pensiones. De un plumazo y con una aproximada nocturnidad, disfrazada de propuesta para ser bañada por el Tajo a su paso por el Pacto de Toledo. De ahí que insista en lo dicho: con el zapatazo estamos ante el matute de una reforma subrepticia del mercado de trabajo.La segunda observación: las organizaciones empresariales no han tardado en ovacionar la propuesta del Consejo de Ministros. Nada que objetar, pues cada cual baja las escaleras según sus intereses, saber y gobierno. No es cuestión de hipocresía sino de albricias porque se ha abierto la hipótesis de un cuadro que les favorece para la puesta en escena de una apariencia de negociaciones sobre el resto de las variables de la reforma laboral que, no hace tanto tiempo, torpedearon como el viejo pirata de Espronceda con diez cañones por banda a toda vela.La tercera observación: se constata que el presidente Zapatero reincide con estas medidas –inútiles e imprudentes— en un estilo que se caracteriza por la desconexión y el aturdimiento de su gestión en el mundo de la economía y, permítaseme, la expresión: en el gobierno de lo social. Todavía no sabemos qué vínculos existen entre la Ley de Sostenibilidad económica, el cambio de modelo productivo y esta subrepticia reforma del mercado de trabajo. Que, además, se han traducido en una alocada actividad legiferante cuando sabemos desde La gran transformación de Karl Polanyi que las grandes medidas vienen desde otros quehaceres. De ahí que esta interferencia gubernamental en la metodología de la concertación sea no sólo inútil sino contraproducente. Yo pienso, por ejemplo, que los grandes capitanes de industria como Pere Durán Farell se echarían las manos a la cabeza. En resumidas cuentas, las soluciones de Zapatero son, aturrulladamente, de boletín oficial del estado. Nada, nada tiene que ver con la radiografía lúcida de, por ejemplo, Manuel Castells en http://www.revistalafactoria.eu/articulo.php?id=11. No sólo no tienen nada que ver sino que la manivela legislativa ha ido en dirección contraria provocando un conjunto de medidas de welfare clientelar sin ninguna relación entre todas ellas y sin vínculo alguno con algo con pies y cabeza: primero fueron los cheques y después todo una panoplia de pitas, pitas, gallinitas como si la sociedad fuera la Conferencia de San Vicente de Paúl. Y las que se pusieron en marcha –como, por ejemplo, la Ley de dependencia— quedaban en pura nebulosa.Oído cocina: el impertinente zapatazo debe ser contestado con la elaboración de un proyecto de welfare por parte del sindicalismo confederal. La mera oposición no basta. La primera movilización ha de ser la de las ideas. Y digo más: en la casa sindical (me refiero a Comisiones y UGT) hay saberes de sobra para elaborar ese proyecto. Una buena idea podría ser la creación de una comisión ad hoc con el coparticipación de personalidades de las diversas disciplinas. Sólo así, me atrevería a decir que nada está perdido. El que diga lo contrario, perdón por la arrogancia, es un chuchurrío.Radio Parapanda. Un locutor informa: CONSIDERACIONES CRÍTICAS SOBRE EL DESPLAZAMIENTO TRASNACIONAL DE TRABAJADORES