martes, 31 de marzo de 2009

HACE TIEMPO QUE VENGO AL TALLER ...

Dos personalidades del peso institucional como Barroso, Presidente de la Comisión Europea, y Trichet, Presidente del Banco Central Europeo, han afirmado desparpajadamente que la Unión europea ha tomado ya todas las medidas necesarias frente a la crisis y, ahora, lo que resta es esperar y ver. Según leo, algo por el estilo dijo el presidente Hoover en un momento dado tras la crisis de 1929. Dos años más tarde, las cosas empeoraron y Roosvelt se encontró los Estados Unidos hecho trizas. Las cosas tardaron en enderezarse como es sabido. Por si las moscas –esto es, como sospechando que todavía queda mucho que hablar del bacalao— los caballeros del G20 se han dado cita en Londres el día 2 de abril. Formalmente se han puesto el listón muy alto: elaborar nuevas reglas para el funcionamiento de los mercados financieros. Ya veremos en qué queda el asunto. De momento, hoy se reune una delegación de la Central Sindical Mundial con el premier inglés que es el anfitrión de la cumbre. Por cierto, en esa delegación figuran los primeros espadas italianos de la CGIL, CSIL y UIL que deberían aprovechar el tiempo en cualquier pub londinense y ver cómo reorientan la dificilísma situación que tienen entre ellos mismos porque –ya lo hemos visto en la crónica de Simón Muntaner-- las relaciones sindicales en aquel país están que da pena, penita, pena.


No quiero ser cenizo pero lo más probable es que redacten cuatro jaculatorias (“Jesusito de mi vida / eres niño como yo / por eso te quiero tanto / y te doy mi corazón” y otras) en forma de placebos al tiempo que encargarán a sus escribas sentados que, en caso de no salir bien las cosas, echarle las culpas a los países emergentes como China, Rusia, India y Brasil. Lo que es tan verdad como la oposición de los grandes intereses de las grandes compañías occidentales a la regulación de los mercados financieros. Mientras tanto, los últimos datos son de infarto:
en el último trimestre, el crecimiento global ha sufrido una contracción del 5 por ciento, la caída más grave de los últimos sesenta años, según informan los amanuenses del Fondo Monetario Internacional. Por no hablar del reciente informe que ha hecho público la Central Sindical Internacional: 
Nuevo informe de la CSI: La crisis alimentaria mundial.




Mientras tanto, la Unión Europea está a la Luna de Valencia. Por no hablar del Banco Central Europeo que hasta hace muy poquitos meses insistía –impasible el además— que el problema era la inflación, a pesar de que todos sus dirigentes estudiaron en un colegio de pago. Pues bien, a falta de una política anti crisis, estos caballeros insisten en la necesidad del respeto riguroso a los planteamientos de Maastricht, muy particularmente a no escaparse del 3 por ciento del déficit público. Es preciso que Dios no les conserve su mala vista a todos ellos.





Discos dedicados. Radio Parapanda tiene el placer de poner en antena la voz más sublime que hemos oído a lo largo de cien años en el timbre de soprano: doña Renata Tebaldi. Queremos compartirla con el maestro Ángel Rozas que, en tiempos clandestinos se llamaba Máximo o García en un intento desesperado de despistar a la policía. Oigan: Casta Diva. El maestro Bellini, hijo predilecto de Parapanda, es el autor.


martes, 24 de marzo de 2009

CUANDO DESPERTÓ BOADA YA NO ESTABA ALLÍ




Por lo general el Círculo de Empresarios habla en contadas ocasiones; ahora propone un único contrato laboral y un fondo empresarial para pagar despidos. Y si se lee atentamente la noticia que comentamos, caeremos todos en la cuenta del carácter orgánico de estos planteamientos cuyo autor es don Claudio Boada. Pero si el audaz lector se encuentra fatigado, yo mismo le hago un ligero resumen de lo dicho. 1) ese único contrato laboral no sería “ni temporal ni indefinido”, 2) una indemnización por despido universal, cercana a los 20 días por año trabajado, 3) un fondo de garantía empresarial para abordar los despidos, y 4) una reforma de la negociación colectiva dando preeminencia a los convenios de empresa y vaciando de contenido los de ámbito `superior´ que aboliera la ultractividad: la prórroga automática de un convenio en caso de no alcanzarse otro, amén de permitir mayor flexibilidad para los `descuelgues´y la supresiñon de la indiciación automática de los salarios. Dicho lo cual, don Claudio Boada descansó.Lejos están, pues, los tiempos –cuando la crisis se hizo dramáticamente visible— en los que el colega de don Claudio, el presidente de la CEOE, reclamaba que la economía de mercado se tomara unas vacaciones sin indicar, por lo demás, con qué substituirla. Y es precisamente ahora, con un empeoramiento de la situación, cuando la intelectualidad orgánica del empresariado toma carrerilla y repropone la misma filosofía (perdón, la exigencia de las prácticas) que, en buena medida, nos llevaron por la calle de la amargura de esta crisis. A saber, la flexibilidad unilateral (en manos del propietario o del management) y la apariencia de unas relaciones laborales que significarían la quiebra del derecho del trabajo y sus mecanismos tuitivos, especialmente con la desestructuración del convenio colectivo. Que debe ser preferentemente líquido. Llamo convenio convenio líquido a la resultante del intercambio entre la concreción de lo que acepta el trabajador y la hipotética promesa genérica de la contraparte: el do ut des, se transforma en "yo te doy", tú no me das nada tangible. En definitiva, lo que se busca es que el dador de trabajo consiga la total autonomía para fijar las condiciones de trabajo y la mayor relegitimación de la empresa tal como dejó escrito Antonio Baylos en su fecundo libro "Derecho del trabajo: modelo para armar", publicado en aquel lejano año de 1991.Ahora bien, don Claudio sabe perfectamente que sus propuestas no van a colar. Sin embargo, se tira al ruedo, en clave legionariamente neoliberal, con la idea de organizar una potente resistencia empresarial en este contexto y, de paso, ver qué propuestas pueden ser aceptadas por el Gobierno o en las negociaciones en curso. Nuestro hombre parece pensar que algunas de ellas no son imposibles de conseguir aunque crea que son improbables. Ahora bien, no hace falta ser un lince (animal que está de moda en otros ambientes fundamentalistas) para saber que el sindicalismo confederal le dirá que ni hablar del peluquín. Pero, tal vez, don Claudio lo sepa, y entonces la hipótesis puede ser otra: que piense que, depende cómo se salga de la crisis, lo que está formulando se convertiría en el proyecto empresarial a llevar a la práctica.Sea como fuere, tengo para mí que el sindicalismo confederal tiene algo que aprender de la metodología de don Claudio: el carácter de unas propuestas orgánicas concretas, trabadas con su prioridad, sus vínculos y compatibilidades. O, lo que es lo mismo, ir al grano sin retóricas y señalando instrumentos. Don Claudio no se anda por las ramas. De esa manera piensa que es la mejor manera de desforestar el sindicalismo confederal y el Derecho del Trabajo. La primera conclusión provisional que me viene a la cabeza es: vayamos nosotros también al grano con unas propuestas de nuevos instrumentos, al tiempo que aprovechamos los existentes y los extendemos todo lo que se pueda. El primero, por supuesto, es el propio sindicato: hay que decirles a los trabajadores y a las trabajadoras que todavía sigue siendo insuficiente, muy insuficiente, la densidad afiliativa que tenemos. Que, efectivamente, estamos plantando cara, pero que si tenemos más afiliación, estaremos en mejores condiciones para seguir plantando cara.

lunes, 23 de marzo de 2009

EL CONVENIO COLECTIVO LÍQUIDO



Hace unos cuatro años intervine en la Facultad de Derecho de la Universidad de Castilla – La Mancha con una ponencia: REPENSANDO EL CONVENIO COLECTIVO; más tarde, los amigos de la Editorial Bomarzo tuvieron la gentileza de publicarla en la Revista de Derecho Social (número 25 /2004). Después de repasar atentamente aquel texto, me reafirmo en lo que señalaba en aquellos entonces. La tesis central de aquel escrito es: la forma del convenio colectivo está envejeciendo hasta tal punto que buena parte está perdiendo algunas de sus condiciones garantistas. No digo más en aras a la concisión y remito a quien le interese al visiteo del mencionado trabajo, arriba señalado.


Primero. Ahora, tras el referéndum de 
SEAT, conviene echar un vistazo no ya al carácter de la forma del convenio sino a algunas cosas que parcialmente estaban en el nudo de mi charla en Ciudad Real. No es que haya sido infrecuente el intercambio de congelación salarial por creación de empleo en otros tiempos, pero ahora cobra mayor interés porque no está descartado un cierto efecto mimético o un corrimiento de la experiencia SEAT hacia otras empresas tanto si se encuentran en crisis (real o ficticia) o no. Que los dirigentes sindicales hayan dicho que lo planteado en SEAT es de una cuestión excepcionalmente singular, no da la suficiente tranquilidad al respecto.


El intercambio de congelación salarial por creación de empleo representa la fijación de una “certeza” (la congelación del salario) por una “hipótesis” (crear empleos). La congelación es automática y no necesita controles: se aplica y sanseacabó. La creación de empleo depende de la coyuntura económica y línea estratégica de la dirección de la empresa, cuya responsabilidad es (sólo y solamente) del management. De ahí que lo convenido sea una inecuación, cuyas incógnitas no gestiona, ni siquiera parcialmente, el sujeto social. Estamos, pues, ante una indeterminación que, incluso va más allá (en el mejor de los casos) de la voluntad empresarial en aplicar lo convenido: la creación de los (hipotéticos) empleos indeterminadamente negociados. En definitiva, ni siquiera estamos ante un convenio, por así decirlo, líquido. Estamos ante una negociación indeterminada: el intercambio entre hechos (la congelación) y voluntades (crear empleos) vaporosas. Más adelante recuperaremos estos asuntos.


Segundo. Hace pocos días este mismo blog publicaba tres artículos bajo el estridente título de “Debate sobre la moderación salarial”: estridente y reduccionista, desde luego, pero lo suficientemente concreto para saber a qué nos estábamos refiriendo. Tres amigos polemizaban: 
Don Lluís Casas (debo clarificar nuevamente que no me escondo bajo esa firma como piensan algunos, pues no acostumbro a disimular mi desapacible cara), Isidor Boix y Juan Manuel Tapia. Todos intentaron ir al grano y, de paso, darse –como es natural en familia— unos amables pescozones pues la discusión no trataba de ir con flores a Maria que madre nuestra es.


Recuérdese que, en dicha discusión, Isidor Boix afirmaba: “No comparto la apariencia de la campaña de la Confederación Europea de Sindicatos, ya antes de la crisis, situando la exigencia de mejora del poder adquisitivo como el eje del sindicalismo europeo. Creo que los dos retos principales del sindicalismo europeo en el Siglo XXI son el de la competitividad de la economía europea (indisoluble y necesariamente ligada a la exigencia de poder sindical para intervenir en su gobierno) y la defensa de los derechos fundamentales del trabajo en el mundo para enfrentar la presión hacia inevitables retrocesos en el `modelo social europeo´ que resultan de la violación de tales derechos en lo que geenéricamente denominamos “el Sur” (también en el Sur del propio Norte)”. Se esté o no de acuerdo con el amigo Isidor, una cosa está clara: nuestro hombre no se va por las ramas, ni se disfraza de noviembre para no infundir sospechas. Más todavía, quien ha leído bien lo que afirma Isidor, se habrá dado cuenta que establecía el debate (moderación salarial hacia creación de empleo) de otra manera. Situaba la prioridad, como se ha dicho, en la competitividad de la economía europea (indisoluble y necesariamente ligada a la exigencia de poder sindical para intervenir en su gobierno) y la defensa de los derechos fundamentales del trabajo.


Comparto lo que dice nuestro amigo sin ninguna reserva mental. Isidor habla de esa manera a raíz de sus concretas experiencias en los convenios de las químicas y textiles de los que ha sido uno de sus más relevantes arquitectos.


¿Habrá que razonar el por qué de la posición boixiana? Es la competitividad la madrastra del empleo. Es el empleo la madrastra del salario. Es el empleo la fuente de sostén de los sistemas públicos de protección. En suma, es el empleo que aguanta la sostenibilidad de todo ese engarce. Insistimos, si se lee con atención, el planteamiento de Isidor no es la contraposición entre salarios y empleo. Sino, más bien, la eficiencia de la empresa y, dentro de ella, el elenco de los derechos de ciudadanía social, como instrumentos de intervención sindical. O sea, nuestro amigo no hace el planteamiento en clave de “convenio líquido”: entre la certeza de lo que doy y la indeterminación de la hipótesis de empleo. En concreto, un acuerdo sólido entre certezas.


Juan Manuel Tapia da en la tecla cuando afirma: “No nos sirven acuerdos generales vacíos, aquellos que comprometen un millón de empleos y que no explicitan, ni el como, ni el cuándo. ni dónde. Un acuerdo general de futuro, y con futuro, pasa necesariamente, por establecer el vínculo, y la asociación de salarios y condiciones de trabajo dignas y saludables, de democracia industrial, como dirían nuestros hermanos estadounidenses, con una economía eficientemente competitiva”. Por supuesto, ¡faltaría más! Pero, hasta donde yo me sé, no recuerdo que nadie plantee “acuerdos generales vacíos”. De manera que el debate está en las prioridades, con las compatibilidades y vínculos de aquéllas y el conjunto de lo que, de momento, se pide y, posteriormente, se firma. Ahí está el debate, y no lo está por ejemplo en otras disquisiciones de la intendencia congresual o post congresual de Comisiones Obreras a la que indirectamente alude el amigo Juanma. O no debería estarlo.


Tercero. Ciertamente, si los acuerdos generales no pueden ser “vacios” (como atinadamente afirma Juan Manuel) tampoco lo debería ser el resto de las prácticas contractuales en sus diversos niveles. De ahí que lo negociado deba establecerse con la mejor sintonía posible entre certezas. Siempre relativas, por supuesto.


Vamos a coincidir, pienso yo, en que también “la competitividad” puede ser un término evanescente o, incluso, “líquida”. De ahí que haya necesidad de que el sindicalismo confederal revisite su preocupación por la organización del trabajo, pidiendo la voz y la palabra en las esferas de la competencia gerencial en las empresas. Oído cocina: no hablo de que dirija la gestión de la empresa, simplemente que pida la voz y la palabra.


Contenidos sólidos, digo. O lo que es lo mismo: instrumentos y controles. Porque no todo es la moderación, o peor aún, la congelación. Es la pérdida de control en no pocas cláusulas de revisión salarial o en lo atinente a los horarios de trabajo. O peor todavía: en el control de la flexibilidad. De ahí que, a mi entender, no habrá una competitividad sólida si no es mediante la conquista de un nuevo instrumento: la codeterminación. Oído, cocina: no estoy hablando de la cogestión. Hablo de la codeterminación. Es decir, “la codeterminación es la contractualidad permanente y gobernada en el centro de trabajo, y -no le demos más vueltas a la cabeza- el lugar de encuentro posible entre los dos sujetos negociales en el centro de trabajo, capaz de facilitar 1) la mejora de los sistemas y condiciones de trabajo en beneficio de las personas, 2) la eficiencia de la empresa, y 3) la gestión del conflicto social, tanto si está sumergido o en período de latencia como si ha aflorado a la superficie de manera visible. De ahí que la codeterminación requiera unas normas y reglas del juego claras, incluidos los mecanismos de autocomposición del conflicto social sobre los que tanto hemos insistido en otros estudios”. De ello hablamos en el trabajo (en tres entregas) siguiente: 
1. ¿A CONTRACORRIENTE SINDICAL? La salida gradual del taylorismo

En resumidas cuentas, si la acción colectiva organizada del sindicalismo confederal debería enfocarse siempre por la conquista de instrumentos y controles, hoy –en la presente coyuntura de crisis económica global y sistémica— alcanza, si cabe, su mayor relevancia. También para defender, por supuesto, el salario. Y –no hace falta decirlo— porque es preciso que la salida de la crisis no represente, en lo posible, pérdida de instrumentos y controles por parte del sindicalismo. De ahí la conveniencia de repensar la forma del convenio con la idea de darle mayor efectividad garantista.


jueves, 5 de marzo de 2009

ELECCIONES Y CRISIS. Mano a mano don don Lluis Casas




Habla don Lluis Casas


Era algo que podía pasar y ha pasado. Las recientes elecciones en Galicia y Euzkadi han definido un nuevo marco político que ensombrece las acciones del gobierno federal frente a la crisis. No es que yo sea un fan de lo que el gobierno federal propone; al contrario, me he sentido y me siento muy crítico frente a la política económica de los últimos cinco años y ese sentimiento racional se acentuó en cuanto los primeros berridos de la crisis aparecieron sin que los federales hicieran algo por enterarse. Pero una cosa es la postura crítica y otra es analizar si la situación política ha favorecido o no una acción resuelta y clara contra la crisis. Y mi respuesta es: no. No lo ha hecho y ahora tenemos un nuevo marco de relaciones parlamentarias más complicado para cualquier cosa con sentido que se haga.


Las elecciones no han sido ni un si, ni un no. Ni el PSOE sale escaldado claramente, ni el PP ha ganado tantos puntos reales como ellos mismos creen. El resultado concreto es una mayor dificultad para conseguir mayorías parlamentarias en Madrid (y, pienso, que en Euzkadi) que asuman costes y beneficios de políticas contra la crisis. Una dificultad previamente existente que ahora se ha ampliado. Tampoco veo por otro lado la capacidad política, el liderazgo y las ideas capaces de imponer un programa fuerte y claro desde la presidencia del gobierno, un poco al estilo que se presume en Obama.


En esas circunstancias todos se preguntaran qué puede suceder. No seré yo quien se lo aclare, no tengo disponible la bola de cristal y no hay tratado económico, ni político que de las claves del asunto. A pesar de ello, alguna cosa puede intuirse. Y voy a tratar de explicársela.


La psicología del gobierno federal frente a la crisis ha sido primero la negación. Después la incredulidad. Más tarde la indecisión y la tentación del abandono (vean a Solbes). El conjunto de acciones emplazadas, los cuantiosos fondos aportados a la banca, etc. no son un plan, no responden a un programa coherente y realista. Hay impulsos y acciones descoordinadas lanzadas por la presión de la realidad y los intereses. Pienso que en realidad el gobierno federal se apoya en la idea que la solución está fuera, en el exterior. En los USA y en otros centros económicos de gran tamaño. Creen que la recomposición de la economía estadounidense puede ser el factor de reacción para todos y que con apoyarse en ella saldrán a flote. Y si, además, la UE alcanza por fin un acuerdo coherente con la acción de los USA, todo pude ir mejorando en unos meses. Tal vez para mediados del 2010 la cosa esté normalizándose y las elecciones del 2011 puedan encararse con alguna comodidad. Pienso que el enfoque va por ahí.


Ese es el primer obstáculo, una falta de firmeza y convencimiento sobre lo que debe afrontar el gobierno y cómo hacerlo. La segunda es un análisis erróneo de la crisis en España. No es solo una crisis internacional, sino que tiene características muy específicas que exigen medidas especiales, junto, claro está, con las generales. No es solo el sistema financiero contaminado, sino un modelo de crecimiento al margen de la productividad, basado en una pirámide especulativa de la construcción y una débil apuesta estratégica pública y privada por los sectores tecnológicos y científicos de la nueva economía. Ese lado hispánico de la crisis debe ser afrontado en solitario, sin dependencia de lo que hagan otros. Es nuestro problema. Se trata de la modernización real de la economía española.


El país debe dejar de ser un centro de diversión o refugio para turistas, inversores inmobiliarios o jubilados del norte. Esos sectores deben pasar a ser menos importantes y los sectores vinculados a alta productividad y al desarrollo técnico y científico deben crecer y mucho. La industria madura, como el automóvil, a causa de su dependencia total de empresas externas es un enfermo, no sé si terminal, pero al menos crónico. Y como a tal debemos tratarlo. Se necesita un salto industrial desde los sectores de producción más tradicional a la nueva industria. No es bueno, como dicen algunos profesores, perder la industria. Cosa que pasará si no hacemos lo que debemos. La capacidad de retención de los centros de producción tradicionales es limitada en tanto la producción cae y los sectores se desplazan al hilo de los bajos salarios.


En síntesis, pues, el gobierno federal se halla en situación de tomar decisiones cruciales que exigen una cierta mayoría parlamentaria que aúne futuro económico, garantías sociales y recursos fiscales. Y eso, no lo teníamos antes del pasado domingo en grado adecuado y hoy estamos peor.


La memoria recupera los pactos de la Moncloa en una crisis económica tal vez más dura y en una situación política mucho más complicada. Al margen de las consideraciones sobre quien asumió el coste de los pactos, desde mi punto de vista lo hizo claramente el sector social, no me cabe ninguna duda de que estamos en las mismas. Hay que edificar un plan, buscar alianzas parlamentarias y sociales y acumular capacidad de liderazgo para resolver, al menos, los problemas propios de la economía y la sociedad española de hoy.


¿Quién se atreve?



El editor del blog pide la palabra.


Mi querido don Lluis, comparto su planteamiento. Ahora bien, deja usted en el aire algo que tiene su importancia. Afirma que son “necesarias unas mayorías parlamentarias”. Ciertamente, así lo creo. Pero ¿con quién(es)? Y, también sugiere (aunque indirectamente) una concertación político-social similar, en los aspectos españoles de la crisis, a los Pactos de la Moncloa. Le pregunto a usted: ¿cree posible que se concreten esas (necesarias) mayorías parlamentarias? Pienso que hay que apuntar a algo de más envergadura: un gobierno “federal” donde, como mínimo, esté Convergència i Unió. Aunque también creo, como usted afirma, que, si Zapatero está a la espera de lo que pueda ocurrir en las próximas elecciones generales, el resto de las fuerzas políticas también están en ese mismo cometido. Ahora bien, CiU tiene ahora más motivos (sus motivos, claro está) para no desear adquirir compromisos gubernamentales (ni tan siguiera de alianzas parlamentarias) si Patxi López sigue empeñado en ser lehendakari. Dejo aparte, por irrelevante para lo que estamos comentando, los eructos del PNV contra el dirigente socialista vasco.


Así pues, estimo que se debería entrar en la siguiente hipótesis: 1) un gobierno de coalición del PNV y el Partido socialista de Euskadi, que sólo y sólamente es posible con Ibarretxe, que no es santo de mi devoción y lo demostré cuando fui diputado en el Parlament de Catalunya, como lehendakari; 2) que CiU entre en el gobierno “federal”; 3) que, así las cosas, se proponga una gran concertación político-social para poner en marcha los grandes temas, explícitamente españoles, capaces de abordar la crisis económica.


Con toda probabilidad, el Partido popular estaría fuera de las alianzas electorales. Sin embargo, tendría las cosas muy complicadas si –estando todo el mundo con los brazos arremenagados— rehúsa entrar en el proceso de gran concertación económica y social. Estoy hablando de medidas de envergadura: las que usted genéricamente propone y no precisamente de “medidas homeopáticas” como las que, hasta la presente, se están poniendo en marcha; más todavía, lo que está poniendo en marcha el gobierno “federal” me parecen que sirven para cualquier situación de normalidad económica.


Querido don Lluis, no pienso adornar mis planteamientos –esto es, gobierno de concentración en Euskadi, ingreso de CiU en el gobierno “federal” y Gran concertación— porque con pocas palabras basta y porque nadie me hará caso.




Discos solicitadosSantos Peña, delegado de Artes gráficas, nos solicita el aria Soave sia il vento (Cossí fan tutte, Mozart) preferentemente en la voz de 
Elisabeth Schwarzkop. Ahí la tiene, y recuerde que radioparapanda@gmail.com es su emisora.