miércoles, 4 de febrero de 2009

LA HUELGA XENÓFOBA (3) Matices a W. Maldonado



Los dos capítulos que este blog ha dedicado a la UNA HUELGA XENÓFOBA (2) --el primero de un servidor y el segundo del amigo Walter Maldonado-- abren el camino a las siguientes reflexiones: las características de esta crisis, una quiebra de la solidaridad, la debilidad cultural del sindicalismo inglés y determinadas cuestiones referentes a la Unión europea. En todo caso, una cosa me parece evidente: esta huelga es una de las páginas más sucias de la historia del sindicalismo en los últimos años. Dígase con claridad: una huelga de trabajadores contra trabajadores; una huelga de los pobres contra los pobres. Una página negra que tiene como lema “trabajos británicos para trabajadores británicos” [British jobs for British workers]: una frase acuñada por el premier Gordon Brown en 2007. O sea, una parte de aquellos polvos se convirtió en estos lodos. Es cierto que Gordon Brown se ha desdicho ahora, pero el constructo quedó sentado, y a él se acogen los garrulos diciendo aquello de "santa Rita, Rita, lo que se da, no se quita".Evidentemente, esta crisis es sobre todo expresión de un capitalismo que se ha basado preferentemente en un sistema financiero sin normas ni controles. El caso inglés demuestra que, en principio, una de las consecuencias de esta crisis es la lucha de los pobres contra los pobres, de los trabajadores contra los trabajadores. Decimos, de momento, en el caso inglés, pero no conviene olvidar que en otros países europeos se están dando también situaciones de discriminaciones raciales, persecución e intolerancia. Sin ir más lejos: en Italia.En todo caso, parece conveniente relatar más en concreto qué estaba ocurriendo en el Lincolnshire donde se encuentra el epicentro del problema. Durante el mes de diciembre –sólo durante ese periodo— se perdieron quinientos puestos de trabajo. Para mayor información: en la refinería de marras no existe sindicato alguno. Ni lo uno ni lo otro exculpan esta huelga xenófoba, menos todavía si esta reacción se extiende a otras factorías o centros de trabajo donde existen organizaciones sindicales. Nos lo ha advertido el amigo Walter Maldonado: al sindicato se le ha escapado de las manos esta situación. Y, aunque sea un poco temerario, estimo que dicha reacción inglesa podría ser (hablo en condicional) la antecámara de cosas más o menos similares en otros países en los próximos meses. El telón de fondo de las reivindicaciones podría ser: los empleos locales deben ser para los trabajadores locales. Porque se trata de una reacción que está anclada antropológicamente en lo más hondo del corazón de los trabajadores. Pero lo que estaba más o menos submergido en el interior de los trabajadores puede aflorar ahora con una violencia inusitada si nos atenemos a los datos de Joaquín Almunia: a mediados de este mes de enero puede incrementarse el paro en Europa en unos dos millones y medio de personas.En esas circunstancias parece necesario una reflexión sobre la solidaridad. Tengo para mí que tan noble ejercicio será posible si el sindicalismo confederal europeo presenta un proyecto creíble a corto plazo (para salir de esta situación) imbricado en uno de largo respiro. Lo que me sigue pareciendo ineficiente es que cada organización sindical vaya a la suya en cada Estado nacional. Así las cosas, el sindicalismo confederal europeo se comporta como un tropel, como el ejército de Pancho Villa o, para hablar en términos europeos, como la desordenada Brigada Brancaleone. O sea, cada cual por su lado y sin relación con el conjunto ya que no existe un proyecto general, siendo general la crisis. Yendo por lo derecho: sólo y solamente con un proyecto europeo unificador podría el sindicalismo generar una solidaridad concreta que sea digna de ese nombre.Por otra parte, al margen de otras consideraciones, tal vez ha llegado el momento de repensar la representación del sindicalismo confederal. Desde luego en el caso inglés parece evidente: a pesar de la distancia, soy del parecer que la forma sindicato del Reino Unido (un enjambre de sindicatos de oficio muy parecidos a la morfología anterior a la reforma española de Joan Peiró de 1919) no es garantía del ejercicio de la solidaridad, antes al contrario: en esta fase –y a partir de ahora— podrían ser (lo diré con cautela) una fuente de conflictos.Algo hemos insinuado sobre Europa al principio de este ejercicio de redacción. Pues bien, lo cierto es que se han puesto en marcha mecanismos de dumping social y salarial: ahí están los casos de Viking y Laval. Por lo que deberían modificarse todas las normas que puedan provocar conflictos entre los trabajadores provinentes de otros países y los nacionales. Pero ¡ojo! no es menos cierto que la campaña de la Confederación Europea de Sindicatos “A igual trabajo, igual salario” pasó sin pena ni gloria. Lo que trae a colación el viejo dicho de “a Dios rogando y con el mazo dando”. Quiero decir lo siguiente: fue inexistente la reacción solidaria de los sindicatos europeos (más allá del comunicado formal de cada organización nacional) cuando los casos Viking y Laval. Más todavía, poco fue lo que se dijo posteriormente, y mucho menos lo que se hizo, cuando la Corte de Justicia Europea vino a sancionar la preeminencia del derecho de la empresa con respecto al derecho sindical reglado por normas y convenios colectivos. Allí convirtieron la patología del dumping en una oportunidad para las empresas, cortándole una parte de la mano al Derecho del Trabajo.Por último, si no lo digo reviento: con todas estas complicaciones y ante tanta tempestad el sindicalismo confederal italiano está tirándose los trastos a la cabeza.