martes, 25 de marzo de 2008

JOSEP BENET Y NOSOTROS

La relación de Josep Benet con el movimiento de los trabajadores y el sindicalismo democrático catalán es cosa bien sabida. Por eso la pérdida de esta gran figura de la vida política catalana ha sido sentida, también de manera muy especial, entre nosotros.

Conocí a Benet en 1968. Estaba yo detenido en el calabozo municipal de Granollers y allí se presentaron mis dos abogados, Albert Fina y Josep Solé Barberà, junto a un colega alto y flacucho. Era Benet que había querido acompañar a sus dos compañeros. En aquella casucha de tres al cuarto departimos toda una parte acerca de lo divino y lo humano: nos dijimos, según nos enseñó Celaya, que estábamos tocando el fondo. Aunque en realidad nos faltaba un poco más de lo que pensábamos.

Más tarde nos vimos en aquella gran aventura de l’Assemblea de Catalunya, aquel potente movimiento unitario que Benet, junto a otros, ayudó a construir. Muy pocos tuvieron la sensibilidad de este abogado e historiador con los problemas de los trabajadores y sus familias.

Después vino la campaña electoral de 1977 con la gran movilización de masas en torno a la candidatura unitaria del Senado en torno a Benet, Candel y Cirici, la Entesa dels Catalans. A la hora del recuento de los votos en uno de los colelgios de la barriada mataronesa de Cerdanyola (también llamada Puebloseco) aquello era una fiesta. Quien cantaba las papeletas no paraba de decir: ¡el trío! ¡el trío! Me explicaron que se cansó de cantar Benet, Candel, Cirici y decidió abreviar. El resultado general dijo que Benet fue el senador más votado de España: 1.300.000 votos. Nadie le ha superado todavía.

Un año más tarde se celebraba el Primer Congreso de Comisiones Obreras de Catalunya. En una de sus sesiones entra Benet. El Congreso se pone en pie y grita: ¡Benet, President! tantas cuantas veces agita mi sobrino Carles Navales, el autor de aquella `conspiración´. O sea, un poco más y me revienta el discurso sobre la independencia del sindicato. Pero ahí estaba el entusiasmo de los congresistas, mientras un servidor explicaba a duras penas que la independencia del sindicato no estaba reñida con el cariño hacia uno de “los nuestros”.

Siempre que necesitamos a Josep Benet sabíamos que podíamos contar con él. Para lo que hiciera falta. Generosamente desprendido para los proyectos culturales que poníamos en marcha. Por eso, nuestro hombre ha sido una de las personalidades que más afecto ha concitado en el movimiento de los trabajadores y en el sindicalismo confederal de Catalunya.