jueves, 13 de diciembre de 2007

EN LA MUERTE DE JOSEP GUINOVART


CON JOSEP GUINOVART EN AQUEL CHILE DE 1988

Cuando me enteré de que Guinovart había muerto me sentí fatal. Y, de repente, se me vinieron a la memoria dos recuerdos. El primero, las reuniones que la dirección del PSUC hacíamos en su casa en tiempos de la lucha antifranquista, creo recordar en un chalet en Sitges o Castelldefels, con el peligro que le comportaba su hospitalidad. El segundo, el viaje que hicimos a Chile, tres meses antes de que el dictador Pinochet perdiera el referéndum en 1988.

La oposición chilena organizó en el verano de 1988 una serie de actos cívico-políticos contra la dictadura pinochetista bajo el lema “Chile vive”. Su cabeza visible era el pintor catalán exiliado Josep Balmes. Su organizador en España fue Salvador Goya, un dirigente del PSUC, nacido en Chile e hijo de una exiliada catalana. Salvador montó las cosas la mar de bien, y consiguió que un grupo de personas formásemos parte de lo que podríamos llamar una `delegación europea´. Recuerdo, entre otros, a Raimon, Manolo Vázquez Montalbán, Ignasi Riera, Quico Pi de la Serra, los pintores Canogar y Genovés, el filósofo madrileño Carlos Paris y.. el gran pintor catalán Josep Guinovat. Que me dispensen los no citados, los años no pasan en balde y la memoria flaquea. Entre los europeos había gente de mucho fuste. No olvidaré la presencia de la cantante italiana Gigliola Cinquetti: aquella de “no tengo edad, no tengo edad para amarte”.

Acudimos a manifestaciones contra la dictadura y a cuantos actos de protesta se hicieron. Una mañana, a las seis de la madrugada, estábamos convocados para dirigirles la palabra a los trabajadores de la empresa Good Year. Allí estábamos Guinovart, Nani Riera y un servidor; el resto de la delegación hacía otros menesteres similares. Naturalmente acompañábamos a unos cuantos dirigentes de la clandestina Central Única de Trabajadores. Había miles de obreros que sabían de nuestra presencia y nos esperaban en los alrededores de la factoría. El sindicalista chileno Troncoso me dió un altavoz de hojalata y, con voz amistosamente imperativa, me dijo: “Don Pepe Lucho, hábleles usted a los compañeros”. Dicho y hecho. Vinen los `milicos´, nos rodean, Guinovat y Nani protegen a los compañeros chilenos. Un milico me quita el chisme de las manos, mientras el gentío prorrumpe en abucheos y silbidos.

Entonces me entra un berrinche enorme, y le digo al oficial: “¿Sabe usted con quién se está jugando los cuartos? Aquí estamos en representación de la madre patria el Premio Nobel de Pintura, don José Guinovart y este caballero es don Ignasi Riera, Presidente del Parlamento Europeo y yo soy un ciudadano de Mataró”. Guino abre los ojos como platos y Nani Riera añade una breve consideración en el más puro estilo de su alta responsabilidad institucional: “Un par de coones”. Después de una tensa negociación entre Guinovart y el milico conseguimos reanudar el parlamento cuya duración sería sólo dos minutos. Los suficientes para decirles: estamos con vosotros, viva el pueblo trabajador chileno, viva la libertad y todas esas cosas.

Acabado el ajetreo, Troncoso nos introdujo en una tartana asmática y desaparecimos raudos como una centella. Media hora más tarde, ya en barbecho, nos metimos entre pecho y espalda Troncoso, Nani y un servidor unas copitas de pisco; Guinovart bebió un te calentito. Él con su cara leonada fue el único que esa mañana no tuvo retortijones en la barriga.