lunes, 12 de marzo de 2007

LOS LÍDERES DEL LABOUR PARTY

Oído en la puerta de la catedral de Parapanda: “¿A partir de cuándo se fue jodiendo el Partido Laborista, Zabalita?” No sabe, no responde. Al quite está el maestro Ferino: “La cosa empezó a estropearse cuando un grupo de managers políticos del Labour empezó a considerar los bienes democráticos materiales como algo contingente”. Que, dicho a la pata la llana –si lo entiendo de manera clara-- quiere decir lo que sigue: hay que reconducir las tutelas del Estado de bienestar hacia el terreno de los negocios convencionales; tales protecciones tal vez tuvieran sentido en un momento histórico determinado como elemento de interferencia contra la pauperización. Las cosas, afortunadamente, han cambiado. Hasta aquí, ésta podría ser la idea de estos personajes. De ahí que, en cosa de una semana, los mismos managers (disfrazados de noviembre, como el coñac de las botellas, para no infundir sospechas) han puesto en marcha dos operaciones. La primera, de la que ya hemos hablado, se orienta a equiparar la condición femenina de las empleadas de la Función Pública a la del hombre macho, bajándoles a estos un cuarenta por ciento de sus sueldos. La segunda: los managers, instalados en el new-new-new-new Labour, se aprestan a una serie de medidas para la enseñanza. Aquellos jóvenes británicos, cuyos padres no tengan estudios, y quieran acceder a determinados niveles de enseñanza, recibirán una puntuación inferior que la de los hijos de papá letraheridos. No, no es ninguna broma ni, mucho menos, un infundio. Lee los periódicos de Albión y te enterarás. Que la lucha por el acceso a los saberes y conocimientos ha sido una de las constantes del movimiento de los trabajadores y de la izquierda en general, es cosa harto sabida. Y hablando de los británcos, ahí están las luchas de los levellers en el siglo XVII y de los cartistas, allá en el siglo XIX. Y de los fabianos, también del Labour y de las Trade Unions. Ni qué decir tiene que, de igual modo, los padres fundadores del sindicalismo italiano –Osvaldo Gnocchi Viani y Rinaldo Rigola-- tuvieron a la enseñanza pública como las niñas de sus ojos. Y no hace falta añadir, por más sabida, la larga tradición del sindicalismo y todas las familias de la izquierda política española con relación a dicha materia. Pues bien, los mánagers del new-new-new-new Labour plantean que, también en la enseñanza (uno de los bienes democráticos materiales más preciados) se produzca una cesura. Los mánagers del enésimo Labour parecen ser conscientes de que el paradigma fordista está transitando aceleradamente hacia otro lugar: tienen a Anthony Giddens para recordárselo. Aunque lo cierto es que no hay motivos para pensar que el profesor contradiga la importancia de los saberes y la formación en este nuevo paradigma post fordista. Así las cosas, ¿de dónde sacan los tan repetidos mánagers sus planteamientos? ¿Acaso podríamos considerar que festivamente los mánagers pertenecen a la cofradía del hombre que se creyó Jueves? Realmente provoca estupor repetir y argumentar estas cosas tan obvias. Pero tal vez no se deba echar en saco roto que los mánagers del requetenovísimo Labour puedan considerar que si Fukuyama liquidó la historia, ellos están para reabrirla... por otros medios. Naturalmente con la bendición de Tony Blair. Mi tío Ferino pensaba que los gordos --así eran llamados antaño los ricos en la Vega de Granada-- habían organizado explícitamente la incultura en todos los sitios. Pensaba que, según ellos, era sospechoso que los conocimientos de los de abajo sobrepasaran la regla de tres compuesta. De ahí saqué yo mismo, mucho tiempo después, la siguiente conclusión: el conflicto social es también y sobre todo una disputa de saberes. Y en los tiempos que corren, todavía mucho más. Por ejemplo, en los centros de trabajo innovados o tendencialmente innovados, el trabajo cambiante en sus espacios de autonomía y capacidad de innovación requiere una incesante capacidad para aprender: esta es, además, una piedra de toque para, desde la humanización del trabajo, generar más eficiencia en las empresas. La cuestión, lo he dicho en otras ocasiones, es que la flexibilidad (negociada, por supuesto) se entrelaza con el proceso de socialización de los conocimientos, tanto los concretos como los generales. En otras palabras, los bienes democráticos de los conocimientos y saberes están relacionados estrechamente con sus utilidades en el universo del trabajo concreto. Más todavía con las oportunidades indiscriminadas desde el principio de la enseñanza. Más todavía, utilizaré un argumento que los mánagers políticos del new-new-new-new Labour puedan entender: la formación y la cultura sin discriminación alguna es extremadamente útil para el sistema capitalista en sus formas actuales. Tal vez, lo diré tanteando la cuestión, no lo fuera tanto en el paradigma taylo-fordista. De hecho, el ingeniero Taylor lo dijo sin pelos en la lengua: si la organización del trabajo que yo diseño es científica, no necesito a los sindicatos; tan sólo se requiere e un trabajador que sea algo así como el gorila amaestrado (sic). En “Tiempos modernos”, Chaplin escenifica que ese trabajador sólo necesita mover el músculo a toda pastilla. Magnífico, porque en esa lógica el sistema fordista tenía asegurada dos cosas: 1) el brutal ajetreo de los músculos que no paran, y 2) la subalternidad que viene de la ignorancia organizada. Es materialmente imposible que estos mánagers no lo sepan, pues al fin y al cabo son hijos de papá: de papá con altos estudios, naturalmente. Pero, en un sentido contrario, caigo en la cuenta que no pocos hijos de papá letraherido suelen ser unos zoquetes caballunos. Y puestos a ajustarles las cuentas a los managers del new-new-new-new Labour, les recordaré que un oscuro compatricio de ellos, Míster Cant, de oficio guarnicionero, decidió emigrar a Prusia. Allí le nació su hijo, Manolito Cant. Andando el tiempo Manolito se convirtió en don Manuel, y decidió cambiar la luna menguante de la c por una k, dado que era más pertinente en la estética germana: sí, Immanuel Kant, hijo de un guarnicionero. De la que se libró Manolito Cant... Finalmente, ahí van a boleo algunas consideraciones con sus preguntas correspondientes. Si los adversarios del Estado de bienestar pretenden trasladar las importantes masas de capitales públicos al mundo de los negocios privados, ¿qué persiguen los managers del new-new-new-new Labour? Si las derechas más rancias organizaron de manera militante la ignorancia, ¿qué buscan los mánagers políticos con el planteamiento de puntuar a la baja a los hijos que no son de papá? Si los bienes democráticos fueron la niña de los ojos de las izquierdas, ¿qué son los managers del enésimo Labour? Y, definitivamente, ¿por qué pierdo el tiempo argumentando lo obvio cuando bastaría un rotundo ¡anda ya!? Una información aproximadamente plausible: podría ser que el mismísimo Kant, discutiendo con un colega académico, le contrarrestara los argumentos con un elegante, profundo y documentado: ¡Anda ya! (Du schezst!)